Kichi, Arabia Saudita y la virgen que se hace la muerta.

Kichi comparte con Fernández Díaz el dar medallas a la Virgen y el defender la venta de armas a países como Arabia Saudita. Le escribí a Kichi por lo de la Virgen, pero no me contestó.
Ahora toca escribirle por lo de las armas. Quizás me conteste.
Acabo de terminar Fariña. Me pregunto, solo así, por preguntarme algo: ¿qué es preferible, para impulsar el desarrollo económico de un país o de una región, el narcotráfico o la venta de armas a Arabia Saudita?
El Partido popular (o, antes, Alianza popular) evitó el dilema de una manera original, recurriendo, parece, a ambas cosas.
Yo, que Kichi, haría como el otrora ministro del interior, que había imputado a Santa Teresa la mejoría económica de España. Yo, que Kichi, me tornaría hacia la Virgen del Rosario, que debe de tener todavía muy fresquito el recuerdo de la medalla, y le oraría para que acudiera, rauda, en mi ayuda. Y que hiciese un milagro, coño, que para algo le dimos la medalla, ¿no? No ha de poder menos una virgen que una santa.
Un milagro, eso es lo que necesitamos. Yo me imagino a la Virgen, así, flotandito sobre las aguas, delante de las cinco corbetas, que no surcan el mar sino vuelan, grácil escuadra, rumbo a Levante, a Arabia y después hacia Yemen. Con el Kichi de Gran Almirante y un estandarte con letras amarillas que diga : ¡Cádiz first!, que es como decir « ¡Primero Cádiz! », en nuestro idioma.
Y tras este, otro, aun mayor, otro milagro, digo, revelándonos a todos nosotros, que no, que no hay contradicción alguna entre el compromiso laicista y la medalla a la virgen, entre el antimilitarismo intransigente, altivo e intratable de Kichi y los vivas a las corbetas esas benditas, que bienvenidas sean, que nos suda un huevo lo que vayan a hacer con ellas a los yemeníes, que si no las fabricamos nosotros, otros lo harán.
Yo, que Kichi, si la Virgen se sigue haciendo la muerta una semana más, le saco la roja, la tarjeta, digo. La medallita se la retiro, puro palo se queda, como diría Pablo, y sanseacabó. Y, además, me vuelvo ateo.
Ingrata.
PS: El pensamiento de Kichi sobre la cuestión se halla en el diario.es.