La muerte anunciada no ha tenido lugar, mis alumnos han salvado a Santiago Nasar (causándome bastantes problemas). Carta a los compañeros de Barranquilla, Colombia.

Estimadas compañeras y compañeros,

Hemos colaborado mucho y bien sobre la cuestión del agua, sobre la dinastía de los Char y sobre el paramilitarismo. ¿Quién hubiese dicho que la complicidad posible de Canal de Isabel II y de la Comunidad del Madrid en la financiación del paramilitarismo estaría siendo intensamente debatida ante un tribunal francés en el momento mismo en que les escribo, en este mes de marzo de 2038?

El motivo de la presente nada tiene que ver, empero, con nuestra fructuosa colaboración pasada, sino con la obra celebérrima de un barranquillero que no lo es menos: hablo de Gabriel García Márquez y de “Crónica de una muerta anunciada”.

Seré breve y, por lo tanto, incompleto.

Les pedí a mis alumnos que les escribieran a los hermanos Vicario para pedirles que recapacitasen, que el haber perdido la hermana de uno la virginidad no era para ir matando a la gente, que se iban a arruinar la vida, etc, etc. Cada alumno fue encontrando sus argumentos y redactó una carta lo más convincente que pudo. Al día siguiente, cada alumno había recibido una contestación de uno u otro de los hermanos Vicario. Había diferencias menores, pero el mensaje esencial era siempre el mismo: los hermanos habían renunciado a cometer el bárbaro crimen. En sí era esto una buena noticia. Lo que quizás no le fuere tanto, era que, no habiendo crimen, no podía haber novela y que, no habiéndola, no podía haber clase. Peor fue la carta de Carmen Balcells, la agente de García Márquez, quejándose, aunque muerta, de que este último se hubiera quedado sin Nobel. La señora estaba furiosa contra el insignificante profesor que se metía donde no lo llamaban, que quería desfacer entuertos, pero los creaba aún mayores.

Les quiero pedir un favor. Uno de los Vicario, Pablo, ha invitado a un alumno mío a visitarlo en Barranquilla, donde se encuentra radicado. Dice que quiere conocer a quien lo salvare de cometer el crimen que estuvo a punto de conocer. La madre del chico me escribe porque está preocupada. No es tanto, me dice, el viajar a 1951, sino el ir a hospedarse en casa de un cuasi asesino. Les quiero pedir que se fijen en las hemerotecas y que me digan si ve alguna traza de violencia que hubiese podido sufrir un chico francés llamado Fouad Malhamouf o, simplemente, alguna traza de su presencia entre ustedes. También les pediría que entrasen en contacto con Pablo Vicario, de seguir este con vida, y le pregunten si Fouad fue a verlo o no y, si fue, si todo salió bien.

Sé que es mucho lo que les pido, pero me digo que realizar la tarea con sus alumnos podría resultar una actividad interesante. Y tal vez puedan aprovechar esta inocente pesquisa literaria para volver a hurgar en los archivos y ver si no sale algo nuevo en relación con los Char, Planeta, los paramilitares, los contratos de agua y todos nuestros temas: siempre puede salir algo nuevo.

Un abrazo a todas y todos,

Sebastián.

PS: Me acabo de enterar de que una obra de teatro realizada por chicos de mi escuela estuvo representada en el Festival de Teatro y Circo de Bogotá de agosto de 2024. Es una obra que se inspira de un trabajo de investigación que realizaron sobre la alimentación, interesándose en particular por la contaminación con pesticidas del agua de su región.

El trabajo al que se hace alusión en esta carta puede consultarse aquí: Planeta, Ardila, « Costa Nostra », AUC, PP, Madrid