Las (famosas) revelaciones del Conejo. Boquete, Bukele y los mundos paralelos. Taller latinoamericano.

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Las revelaciones del Conejo. Boquete, Bukele y los mundos paralelos.

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Las revelaciones del Conejo que nos han ido llegando van siempre precedidas por unas líneas que les confieren un aire de cuento. Los enlaces que contienen nos han conducido, como lo harán sin duda con el lector curioso, a un centro escolar que vendría a situarse en un mundo paralelo al nuestro, el de Timburbrou. Es de notar, sin embargo, que las revelaciones del Conejo calzan maravillosamente con los eventos de nuestro mundo. De esta correspondencia deducimos que la divergencia entre nuestro mundo y el paralelo del Conejo es de data muy reciente. Ejemplo de esto son, sin ir más lejos, las revelaciones que publicamos hoy, que hablan del presidente Boquete, quien quiere ser reelecto en su país a pesar de estar esto explícitamente prohibido por la Constitución. El presidente Boquete nos ha hecho pensar en el de El Salvador, Bukele, que comparte con Boquete la aspiración de seguir ocupando la magistratura suprema, dándose asimismo la coincidencia de que en su país también la Constitución lo excluye. No tenemos sin embargo constancia de la existencia de un video en que el presidente Boquete reconocería este hecho jurídico evidente, lo que, por supuesto no significa necesariamente que no exista. Recordemos que el presidente Bukele, siguiendo en ello las enseñanzas de su señor padre, don Armando Bukele, reconoció ha poco que no había reelección inmediata en El Salvador. Don Armando, para dar más fuerza a su demostración, gustaba recordar expressis verbis la obligación constitucional de amotinarse que tenía el pueblo salvadoreño de ser reelecto su presidente. 

La teoría física declara imposibles los contactos entre universos paralelos. La realidad de dichos contactos, sin embargo, se nos impone y, dicho sea de paso, requieren una revisión urgente de la teoría física. Las revelaciones del Conejo pueden llegarle a cualquiera. Pedimos que se nos comuniquen las que se produjeren, o bien depositándolas en nuestra secure box (que estará pronto disponible) o bien publicándolas en Internet y haciéndonoslo saber a través del correo elecrónico cifrado sebastian.nowenstein@protonmail.com 

Las revelaciones del Conejo. 

Arrojado desde el cielo por un Dios poco deseoso de acrecentar sus poderes (ver aquí), el Conejo cayó en la cubierta del barco de un celebérrimo corsario (ver aquí). Abrazar la vida pirática fue algo que el Conejo hizo con pocos reparos después de que Dios hubiera incumplido la promesa que le hiciera de volverlo grande y fuerte como un buey si el pequeño animal le llevaba la piel del tigre. Si Dios es cínico y traicionero, ¿por qué no he de serlo yo?, parece haber argumentado el conejo. 

Reelección

Soy consejero del Presidente. Soy amigo del Presidente. Me ocupo de tareas sórdidas, pero indispensables. Ha quedado claro desde el principio que, de venir a conocimiento de la opinión pública mis actividades, el Presidente renegaría de mí. Pero no es algo que me quite el sueño, porque nadie creería que al Presidente se le fuera a ocurrir la idea peregrina de confiarle a un conejo las tareas más sórdidas del régimen. A pesar de no ser humano entiendo y hablo algunos idiomas humanos. 

La Constitución prohíbe que el Presidente sea candidato a su reelección, pero él, claro, quiere serlo; mi amigo el Presidente quiere seguir siendo presidente. Yo lo entiendo y lo ayudo. 

Yo lo ayudo. Pero igual tomo notas, consigno. No quiero que me vuelvan a traicionar. Estamos de acuerdo en que el Presidente puede renegar de mí, pero ha de hacerlo respetando lo pactado. El Presidente sabe que hago filtraciones en un mundo paralelo al nuestro, pero no le molesta, porque es algo que le causa problemas a su alter ego, no a él. 

Cuando empezamos a hablar de los problemas de la Constitución, uno de los nuestros, que era licenciado en leyes, sugirió que la aboliésemos y que convocásemos una Asamblea constituyente. Por supuesto, explicaba, estaríamos vulnerando el orden jurídico inmediatamente anterior, pero nos dotaríamos sin dilación de una nueva legitimidad, que provendría directamente del pueblo, que es el auténtico soberano, el Soberano, con mayúsculas, de los textos jurídicos. El Soberano no tiene por qué someterse a un Soberano del pasado, a un Soberano espectral que reivindicase, desde más allá de la muerte, dictar a través de los años su conducta actual al auténtico Soberano, el actual, que, además posee la clarividencia y la sabiduría de haberse dado a sí un presidente tan excepcional como es nuestro dilecto Bienhechor. Una Constitución irreformable es una violación caracterizada del principio democrático y de soberanía que la misma Constitución invoca. También, terminó nuestro compañero, podemos referirnos al precedente bíblico de los paganos: si la caridad del Señor se aplicaba a quienes no habían recibido la revelación de Jesucristo, no podía exigirse de un pueblo que siguiese rigiéndose por una Ley suprema anterior al advenimiento del Enviado. 

Al Presidente, previsiblemente, le gustó lo dicho por el compañero. Pero yo pedí la palabra y me opuse, no sin valor, me parece. 

Por supuesto, rendí homenaje al pensamiento sofisticado, refinado y claro del orador anterior, pero dije que no era para tanto, que no hacía falta tanto, que no había que complicarse tanto la vida. Recordé, además, el golpe de estado contra Zelaya, en la vecina Honduras: un dignatario prudente y popular había convocado una constituyente y los militares lo habían sacado de la cama y lo habían puesto en piyama en la frontera. Con el beneplácito de Oxama, se habían celebrado elecciones poco después, no restablecer la legitimidad no había sido mucho problema. La lealtad y el rigor son virtudes que, practicadas en exceso y fuera del aquilatado círculo de los íntimos, únicos merecedores de ellas, terminan, a veces, siendo malas consejeras. En la vida política, la mentira posee ventajas inalcanzables para la sinceridad. Ágil, dúctil, veloz, la mentira permite dirigir a un pueblo que se ha acostumbrado a ella con eficacia; sin mentira no hay felicidad. 

Pero la mentira no es mentira si no se alza como la defensora y valedora de la verdad. Cité el ejemplo luminoso del vicepresidente La Hoya, que, después de haber mentido abiertamente había declarado: la mentira tiene patas cortas, y la verdad siempre termina alcanzándola. La Hoya me miró no sin desconfianza, como si temiese que, tras el elogio fueses a venir un zarpazo, por así decir. Pero no lo hubo, claro, La Hoya no es enemigo mío y yo no soy tigre. 

Mentir abiertamente es más fácil que convocar una constituyente, dije, y vi que Boquete me miraba con atención; el pueblo tiene que acostumbrarse a que le mintamos, agregué. Y di la puntilla: este es el momento de preparar la felicidad de los ciudadanos para los decenios venideros. Boquete no volverá nunca a tener la popularidad de la que goza en estos momentos. 

Mentir, habíamos mentido siempre. Pero ahí fue cuando empezamos a mentir para constituir la soberanía nacional, para empezar a ser, como decía el Presidente, independientes por primera vez en nuestra historia. Íbamos a ser independientes de la realidad, que, por más largas que tuviese las patas, ya no iba poder alcanzarnos nunca más. 

*** 

Maras

Fui yo quien negoció con las maras. 

Se trataba de que bajase el nivel de violencia. Todos los gobiernos anteriores, los inmediatamente anteriores y los que no lo eran, lo digo para que se me entienda, habían negociado con las maras. 

Hay situaciones en que negociar con el crimen es necesario, situaciones en que el crimen es tan fuerte, tan poderoso, que es imposible vencerlo. Hay situaciones en que el afán de pureza impide evitar muertos. En ciertas circunstancias es una falta moral no negociar. 

Hay quienes, con hipocresía e invocando principios sonoros, nos han reprochado nuestras negociaciones. Ellos no son temibles, porque lo que al pueblo le importa es que baje la violencia, aun cuando se conculquen o violenten los principios. 

Los que más nos han molestado han sido los que nos han reprochado no el que negociásemos, sino el que lo hiciésemos ocultando que lo hacíamos y afirmando que no lo hacíamos. Otra vez lo de la mentira. Yo defendí que mintiésemos. La cuestión, claro, era saber cómo actuar cuando se descubrió que mentíamos. 

Con ruido. La mentira ha de ser ruidosa; sucumbe, de no serlo. 

Canté. Respondí a las críticas cantando. No recuerdo lo que dije, sí recuerdo que mis respuestas eran violentas, rimadas, iracundas, insultantes, desafiantes, absurdas, en suma. Por esto último, seguramente, no las recuerdo. En el día de hoy no queda nada de todo eso. Todos hemos olvidado. 

Continuará…