El Conejo, consejero jurídico del grupo Planeta. Taller de escritura, P/A 2.

Del taller de escritura de Timburbrou.

Antes:

Dios, temeroso ante la ambición sin límites del Conejo, lo coge por las orejas, lo revolea y lo manda de vuelta a la tierra. El Conejo cae en la serranía de Aracena, Andalucía. Junto al Lobo, su guardaespaldas, sube a Madrid donde esperar prosperar. En la capital española, consigue colocarse de consejero jurídico del grupo multimedios Planeta, que es también la mayor editorial del español, según reza su web.

—Esto no se publica.

—Pero…

—Esto no se publica.

Lo que suscitaba la negativa rotunda del Conejo era un libro escrito por una afamada periodista colombiana, Laura Ardila. El mismo describía si complacencia los tejes y manejes de la familia Char, un clan político colombiano que reinaba sin oposición en la ciudad colombiana de Barranquilla y que lo hacía gracias al clientelismo, a la corrupción y a la compra de votos. Y, también hay que decirlo, gracias a cierta eficacia gestionaria.

La directora de Planeta América Latina no conseguía entender la decisión del Conejo. La editorial, antes, había publicado libros numerosos y poco amenos sobre personalidades políticas colombianas. El de Laura Ardila era una joya del periodismo de investigación: riguroso, documentado, bien escrito. Era de prever, además, que la autora, poco sensible a las intimidaciones y testaruda hasta la obsesión, no iba a callarse ni a tirar a la papelera dos años de esfuerzos y una reputación de indomable que se había ganado a pulso.

Pero esto no se publica, había dicho, terminante, el Conejo. Y no, nadie se le oponía al Conejo, sobre todo cuando, tras haber dictaminado algo, te miraba con esos ojos suyos que parecían permanentemente inyectados en sangre.

Al día siguiente, el Conejo y el Lobo despegaban para Barranquilla. Había ahí unos negocios urgentes que había que atender. La directora de Planeta América Latina, que viajaba de vuelta en el mismo avión, tendría tiempo, antes de dormirse bajo los efectos del somnífero con el que buscaba controlar la ansiedad que le inspiraban los viajes en avión, de entrever al Conejo y al Lobo saboreando una copa de champán en sus asientos de primera clase.