Bruselas, lunes 8 de junio de 2020.
Estimado Fernando,
Soy docente en Francia y estoy trabajando sobre el Guernica con mis alumnos.
He elegido la conferencia que usted pronunciara en 2013 en el Círculo de Bellas Artes como base para nuestro trabajo. Acaso lo haya hecho porque me pareció divertida, lo que, viniendo de este ingenio lego que le escribe, debe verse como muy gran cumplido, porque quiere decir que usted tiene la capacidad de poner lo sesudo al alcance de todos o, por lo menos, de muchos. Su conferencia, por consiguiente, me parece un excelente medio para empezar a adentrarse en las tupidísimas ramificaciones del Guernica.
Pero no le escribo para adularlo, sino para pedirle un favor.
¿Tendría usted a bien realizar alguno de los ejercicios que propongo a mis alumnos? El que más guste, maestro. Pero, claro, no todos son dignos de usted.
A ver. A mí me parece que hay uno de estos ejercicios que está al alcance de muy pocos y que podría ser digno de su ingenio. Se trata de una tarea hercúlea: viajar al pasado para convencer a Tejero de que renuncie a su tentativa de golpe de estado explicándole que la misma hará peligrar la venida del Guernica a España. De no bastar con dicho argumento, lo que, entre nosotros, no es impensable, recurra usted a este otro, que podría calar más hondo en el teniente coronel: dígale, maestro, que de perseverar en su descabellado intento, toda una sala del Círculo de Bellas Artes se regocijará oyéndole a usted contar cómo el 23 F hizo dudar a los americanos de mandarnos el Guernica. Dígale que en las aulas francesas se hará mofa de su trasnochada tentativa, que solo será digna de mención, en los tiempos venideros, como incordio menor y subsidiario de las negociaciones que se llevaban a cabo para que llegara el Guernica a suelo español.
Por lo del viaje al pasado no se preocupe usted, que mis alumnos han desarrollado y perfeccionado unas máquinas para viajar a través del tiempo que nada tienen que ver con las tan incómodas de nuestros años de juventud.
Si hacer entrar en razón al teniente coronel no lo inspira -lo titanesco no siempre es placentero, y se me hace que es usted un tantico hedonista- no dude en decírmelo, que muchas y variadas tareas tengo a su disposición.
Espero, maestro, que esta misiva lo encuentre bueno, pero también de talante benevolente y juguetón, para que así puedan mis alumnos disfrutar de su prosa, que muy sabrosa ha de ser, si juzgamos por la labia que muestra usted en su conferencia.
Esta carta es pública, porque el objeto de la misma es que, muchos otros que usted pongan manos a la obra y hagan lo que a usted le pido.
Esto es un happening.
Lo saluda atentamente,
Sebastián Nowenstein,
professeur agrégé.
El profesor Castro me ha respondido con inesperada celeridad y prevista brillantez:
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