Contador. Artículo, comentarios y resúmenes.
El caso de Contador y el clembuterol pone a prueba la credibilidad del campeón ciclista y la política antidopaje
CARLOS ARRIBAS – Geelong – 03/10/2010
En un capítulo de la vieja serie televisiva Alfred Hitchcock presenta, una mujer mata a su marido atizándole en el colodrillo con una pierna de cordero congelada. Después la guisa y, con perfidia, invita a comer de ella a los detectives de la policía que se han pasado la mañana registrando su casa en busca del arma del delito y que, mientras degustan el plato y se zampan la prueba de cargo, aún siguen preguntándose qué objeto pudo haber roto la cabeza al desgraciado hombre.
Algo similar le pasó a Alberto Contador el día de descanso pirenaico del pasado Tour, cuando, con un solo gesto, gusto y retrogusto, se comió lo que era a la vez la causa de sus males, el arma del delito, un solomillo de ternera que seguramente, según su intuición, debía estar contaminado con clembuterol, y, desgraciadamente, también la prueba de su inocencia. Pocas horas después pasó un control antidopaje en el que el laboratorio de Colonia halló restos mínimos de clembuterol (0,05 nanogramos por mililitro, una cantidad tan pequeña que solo tres o cuatro laboratorios son capaces de detectar), un estimulante y anabolizante prohibido. Casi dos meses después, la filtración del análisis se produjo antes de que los científicos convocados por la Unión Ciclista Internacional (UCI) y la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) concluyeran un estudio que determinara si la ingesta de un filete podía ser o no la razón del clembuterol en la orina del ciclista.
Resumen :
Presentación de los hechos. La versión de Contador, presentada como la realidad, corresponde con la escena descrita en la película de Hitchcock : el ciclista se contaminó accidentalmente comiendo un solomillo de ternera e hizo desparecer así, involuntariamente, la prueba de su inocencia. Una filtración se produjo antes de que científicos convocados por la UCI y la AMA concluyeran un estudio que determinara si el positivo podía provenir o no del consumo de carne contaminada.
Comentario :
El periodista presenta la versión de Contador como lo que pasó, no como lo que es : una hipótesis extremadamente improbable. Asimismo, el periodista da por buena la versión según la cual el no hacer público el positivo de Contador se debió no a una voluntad de ocultar el asunto sino a la necesidad de realizar estudios complementarios.
Como una explosión súbita brotó de la nada el caso Contador, que ponía en duda no solo la credibilidad del campeón de Pinto, sino también, dada su categoría de ganador tres veces del Tour, de mejor corredor del momento, cuestionaba una vez más la credibilidad del ciclismo mundial en general y del español en particular. Su onda expansiva ha sido tan tremenda que lo que, en principio, se podía analizar solo como un asunto de fe -¿creer o no creer?- con trasfondo surrealista -una pieza de carne de una carnicería de Irún convertida en la protagonista de un asunto de vida o muerte-, se convirtió en poco tiempo también en elemento de debate científico y jurídico sobre los límites y las deficiencias del Código Mundial Antidopaje y, finalmente, en un rehén de la interminable lucha político-institucional entre la UCI, que quiere mantener sus prerrogativas en su territorio, y la AMA, que desconfía de la capacidad del presidente de dicho organismo, Pat McQuaid, para actuar desinteresadamente.
De fondo, decorado sombrío, el escaso respeto de algunos laboratorios, como el de Colonia, a la intimidad de los deportistas y la obligatoria reserva con que debe manejarse unas informaciones que pueden decidir el futuro de unas personas. A la misma cadena televisiva a la que comunicaron el hallazgo también la informaron de que habían hallado residuos plásticos en su orina, evidencia indirecta, a su entender, de una autotransfusión sanguínea, pues ese tipo plástico solo se encuentra en las bolsas en las que se conserva la sangre, como bien sabe el analista que dio con la idea, Jordi Segura, custodio en su laboratorio de Barcelona de las bolsas de la Operación Puerto. Aunque el método no está homologado ni sirve como prueba ante un tribunal, sí que permite plantear públicamente la duda sin temor a demandas por acusaciones infundadas; a sembrar así, parsimoniosamente, la insidia, que se convierte en un arte de birlibirloque en convicción, en crucifixión totalitaria. Tampoco se descarta que el mismo laboratorio pueda hacer otra revelación sonora.
Resumen :
Surge, a partir de la nada, el asunto Contador, que cuestiona todo el ciclismo. El asunto Contador se convierte en toda una serie de cosas : elemento de debate jurídico-científico, una cuestión de vida o muerte, en un rehén de la interminable lucha político-institucional entre la UCI y la AMA.
El laboratorio de Colonia no respeta la intimidad de los deportistas ni la reserva con que se deben manejar este tipo de informaciones. Los residuos plásticos son una evidencia indirecta, a su entender, de transfusión, como bien lo sabe Jordi Segura. El método no está homologado, pero sirve para calumniar sin peligro. Por arte de birlibirloque, todo esto se convierte en crucifixión totalitaria. No se descarta que el laboratorio pueda hacer otra revelación sonora.
Comentario :
El caso Contador brota de la nada, nos dice el periodista. Esta formulación es ambigua : puede significar 1) que antes del positivo por clembuterol no se hablaba del positivo por clembuterol de Contador o 2) que nada justifica el caso Contador. La primera interpretación es irrefutable y trivial. La segunda, muy contestable, sugiere que el caso es una burbuja mediática. O sea : se trata de un enunciado que no nos informa de nada o de un enunciado que presenta como verdadera una tesis harto contestable.
Después, el periodista afirma que el asunto Contador se ha convertido en toda una serie de cosas, para dejar de ser lo que es realmente, una cuestión de fe. El afirmar que el asunto Contador se ha convertido en toda una serie de cosas permite al periodista no informar al lector del problema fundamental : el caso de dopaje de Contador. De ese problema no merece la pena hablar. Hay que hablar del conflicto entre la UCI y la AMA, del que Contador no es más que un rehén ; ése, parece decirnos Arribas, es el verdadero problema. El periodista no pone a la disposición del lector las numerosas informaciones públicas y disponibles que hacen de la versión del corredor una tesis extremadamente improbable. En lugar de ello, Carlos Arribas afirma que la inocencia o la culpabilidad de Alberto Contador es un asunto de fe, lo que es inexacto : una tesis, el dopaje, es mucho más verosímil que la otra, la contaminación accidental. Se trata de una situación banal en el mundo de la información ; en tales circunstancias se espera que un periodista presente datos y análisis, no que los sustituya por afirmaciones perentorias e infundadas como las que formula Carlos Arribas.
El periodista critica a continuación el laboratorio de Colonia, sin mencionar que 1) no hay ninguna certidumbre de que la filtración provenga del mismo y no de la UCI o de la AMA y que 2) lo normal en caso de resultado positivo es que la información se haga pública y no que se la oculte durante dos meses. Con lo cual, lo único que ha hecho la filtración, es restablecer con cierto retraso la situación normal. En lo que se refiere a los residuos plásticos, lo importante parece ser para el periodista no el que Contador no presente ninguna explicación válida para justificar su presencia sino la existencia de una supuesta voluntad conspiratoria de denigrar al corredor, sin temor a demandas por acusaciones infundadas. La existencia de semejante conspiración no recibe ni un atisbo de demostración fuera de la simple difusión de la información. La afirmación según la cual Contador no puede atacar a quienes lo difamaran es falsa, el corredor podría hacerlo con toda facilidad. El que no lo haya hecho lleva a pensar que no hay difamación.
Carlos Arribas declara a continuación que la insidia se convierte, por arte de magia, en crucifixión totalitaria. En el mundo real, Contador no ha sido crucificado, ni por arte de magia ni sin él. Lo que sí parece requerir algún pase mágico es la afirmación de Arribas, que aparece en medio de su argumentación sin ninguna justificación.
Por último, el periodista se cura en salud : si surge otra revelación, sonora, será porque el laboratorio continúa su campaña de denigración.
El auto de fe, la cruzada de los intransigentes del antidopaje, los del todo vale para acabar con los tramposos, lo combate Contador con una campaña de relaciones públicas y saturación mediática que incluye incluso programas como La noria, en el que participó ayer. « He logrado que me prometieran el máximo respeto », dice Contador; « que fuera una cosa muy seria, sin más preguntas que las del entrevistador y sin tertulia posterior. Quiero llegar a cuanta más gente, mejor, y eso, creo, sensibiliza a una gente diferente, que es lo que más me interesa ahora. Después me callaré hasta que los organismos decidan ».
El debate científico parece también claro. Contador presentó un informe del holandés Deboer, un ingeniero químico que se ha especializado en la presencia inexplicable de moléculas sospechosas en la orina de los deportistas, que concluye que es más que probable el origen carnívoro del clembuterol. Con esa tesis comulga nada menos que Don Catlin, ex director del laboratorio antidopaje de Los Ángeles, quien el año pasado abandonó su plan de controles internos personales de Lance Armstrong cuando el tejano puso las primeras objeciones. « La cantidad, tan pequeña, sugiere un suplemento contaminado o carne », dice Catlin; « calculo que en los dos últimos años se han producido unos 20 casos positivos de clembuterol en todo el mundo, de los que la mitad, más o menos, han sido fruto de una contaminación alimentaria ».
Resumen :
Contador lucha contra un auto de fe, contra una cruzada de los intransigentes del antidopaje. Este combate, Contador lo lleva a cabo a través de una campaña de saturación mediática, que incluye programas como La noria. El debate científico parece claro : según un especialista remunerado por Contador y otro, nada menos que Don Catlin, lo más probable es que el positivo se deba a una contaminación alimentaria.
Comentario :
El periodista sigue sin hablarnos del dopaje de Contador. Ahora habla de la respuesta del corredor al auto de fe, a la cruzada de la que es víctima. El procedimiento es el mismo que ya hemos señalado. El periodista postula la existencia de un auto de fe, que reemplaza lo que se supone que es el problema fundamental, el dopaje de Contador. El recurrir a la jerga –campaña de saturación mediática- permite justificar el hecho de que el ciclista haya acudido a uno de los peores programas de la televisión española para defenderse. El tecnicismo un poco esotérico le permite no comentar el calificativo de “muy serio” que el ciclista aplica al programa, cuando hasta hubo partidarios de Contador que lo criticaron por haber asistido a La noria, cuando el programa fue todo salvo “muy serio” (ver notas).
A continuación, dice el periodista que el debate científico está claro. Y, para demostrarlo, cita a dos autoridades. Una de ellas, Deboer, pagado por Contador, la otra, nada menos que Donald Catlin, un especialista controvertido. El “nada menos” es interesante : si el lector no conoce a “Don” Catlin ha de avergonzarse de ello. El “nada menos” dispensa a Carlos Arribas de explicarnos porqué debemos creer a tan gran especialista. Pero hay otro problema : todo el mundo acepta la posibilidad de que alguien pueda dar positivo después de comer carne contaminada, no hay ningún debate en torno a esa cuestión. Lo que debilita la posición de Contador es la extrema improbabilidad de que haya ingerido, en Europa, una carne contaminada con clembuterol (ver notas), así como la presencia concomitante de residuos plásticos en su sangre.
El problema es que al código antidopaje no le interesa la cantidad -o se está o no se está embarazada, no se puede estar solo un poquito embarazada, es la ley- ni siquiera si esa mínima dosis puede tener efectos sobre el rendimiento ni probar la culpa del deportista, a quien sí que corresponde la carga de la prueba de su inocencia, lo que se llama responsabilidad estricta. El caso de Contador, que ha devorado la prueba de su inocencia, el caso de un ganador de tres Tours que puede ser descalificado, sancionado y hundido por un caso de contaminación alimentaria, pone a prueba esa regla tan dura y probablemente obligará a modificarla en un futuro.
Hasta entonces, lo máximo que podrá lograr el madrileño es una reducción significativa de la sanción estándar de dos años de suspensión dadas las circunstancias de su caso. La UCI se plantea tres meses, de los que ya ha cumplido uno y medio. Lo que no está tan claro es que la AMA se lo permita.
Resumen :
El código antidopaje es muy duro. Contador ha devorado la prueba de su inocencia. El código puede hundirlo : habrá que reformar el código antidopaje. Hasta entonces una sola esperanza : una reducción de pena, que es lo que plantea la UCI. Pero seguramente la AMA no lo aceptará.
Comentario :
El respeto particular que ha de merecer el ganador de tres Tours es una noción que ha aparecido a menudo en esta historia. Que, con toda probabilidad, Contador los haya ganado con la ayuda del dopaje, no importa. Los ha ganado y basta. A partir de ahí, merece un respeto particular, es así. Hablar de sus controles positivos es una ofensa inadmisible. Pero aún cuando Contador hubiese ganado los Tours limpiamente, ¿sería ello motivo suficiente para que se le testimoniara una deferencia particular? Sería acaso más aceptable hundir a un corredor desconocido? ¿O a un don nadie de cualquier pueblo de España? La exigencia implícita de Rocío Reinas, menos chocante, de una forma de consideración particular debida a su estatuto de universitaria puede presentar cierta analogía con la que se reclama en este artículo.
El « puede » es interesante. Hay que cambiar la legislación porque podría ser que hundiese a un inocente. Cualquier legislación puede hundir a un inocente. Condenar a alguien por un asesinato que no cometió lo hundiría. Lo cual no se considera en general motivo suficiente para no reprimir penalmente el asesinato, sino incitación a juzgar con prudencia.