Bruselas, viernes 13 de octubre de 2023
Estimado.a.s firmantes,
El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
El Aleph, Jorge Luis Borges.
Soy docente en Francia y trabajo en estos momentos sobre la censura de que ha sido objeto Laura Ardila por parte de la editorial Planeta.
Cuando quise entender mejor dicha censura, no pensaba que iba a topar con una profusión de hechos y personas dispares y distantes, pero que estaban, interactuando entre sí. Sé que no son pocos aquellos que aparecen en mis modestas pesquisas y que ignoran que están o pueden estar en la trama causal que lleva a la decisión de Planeta en la de sus efectos.
Cito algunos de ellos, sin exhaustividad: el Partido Popular de la comunidad de Madrid y algunos de sus, ávidos, dirigentes; el excomisario Villarejo y su trama; el exembajador de Colombia en España Fernando Carrillo y, según el tortuoso Villarejo, un adversario suyo, Iván Velásquez, hoy ministro de defensa de Colombia; ustedes los 88 intelectuales, que reaccionaron vigorosamente en favor de Ardila; Juan David Correa, ministro de cultura de Colombia, otrora editor de Planeta que renunciara con dignidad a seguir ejerciendo sus funciones en la editorial; el diario español de extrema derecha La Razón (propiedad de Planeta) o el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI) ante el cual la empresa española Canal de Isabel II ataca a Colombia.
En el Aleph, de Borges, existe un punto desde el que se puede observar el universo en su totalidad. La censura del libro de Ardila, creo, es un aleph de dimensiones reducidas, realistas. O puede llegar a serlo. Esta carta, de hecho, forma parte de un dispositivo ideado para que así sea. La ambición que la anima es inmodesta, pero no desmesurada, dado que, por fortuna, todos los alephs de nuestro mundo son de dimensiones infinitamente inferiores a las del descrito por Borges. Los alephs reales, los que no son fantásticos, aventajan en algo al del escritor: no son el resultado azaroso de causas desconocidas, no están ocultos, ni en un sótano porteño, ni en la mezquita de Córdoba, sino que son el producto esforzado y empeñoso de nuestra voluntad. Además, si así lo deseamos, conferimos a nuestros alephs fines morales, como el de actuar con tesón, con justicia, contra los censores de los buenos periodistas.
Bucear en los oscuros y ubicuos motivos de la censura de La Costa Nostra es una iniciativa legítima y oportuna. Lo es porque, porque, para combatir la censura, hay que entender cómo se forja. Y lo es, también, porque remontar de la censura a los poderes que la han deseado nos informa sobres dichos poderes, haciéndolo mejor que si los analizamos por separado.
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He escrito al director de Planeta para preguntarle si la censura que dispuso la casa matriz se debió a las informaciones que da el libro sobre el caso Lezo, en el que aparece el grupo mediático español y, también, para decirle que doy inicio a una Investigación Pública Participativa (IPP) sobre el asunto.
He escrito al personal de la empresa para pedirle que haga pública toda documentación de que disponga y que interese al caso: si la dirigencia de Planeta incumple sus obligaciones deontológicas, le toca al personal recordárselas.
He escrito a editoriales de distintos países para preguntarles si la cancelación repentina de un libro es frecuente y, también, si lo es, en el sector, el que se renuncie a una publicación ante temores tan vagos como los evocados por Planeta Colombia.
He escrito a docentes, a periodistas y a investigadores para que se asocien a una Investigación pública participativa mencionada en la carta dirigida al director de Planeta citada más arriba.
Les escribo, ahora, a ustedes, a los 88, porque creo que pueden hacer que la vorágine de olvido y noticias en que nadamos no engulla y anule la carta que dirigieran a Planeta.
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Quiero invitarlos a participar en la escritura de un volumen de relatos cortos libremente inspirados de la censura de La Costa Nostra. De ejecutarse, este volumen sería propuesto a la editorial Planeta. De rechazarlo esta, se solicitaría a otras editoriales (empezando por Rey Naranjo, claro).
Los beneficios de esta hipotética operación serían empleados ayudando al periodismo audaz e independiente según modos consensuados por los autores del volumen.
Hago pública esta carta en la dirección https://sebastiannowenstein.org/2023/09/23/carta-a-los-88-firmantes-indignados-por-la-censura-de-cosa-nostra/
Puede consultarse también https://sebastiannowenstein.org/category/planeta-ardila-costa-nostra/
S. Nowenstein, professeur agrégé, Francia.