Lille, Francia, 25 de abril de 2018.
Señor de Borbón,
Rey de España,
Soy docente en Francia y estoy preparando en estos momentos un dossier sobre la cuestión del máster presuntamente falso de la señora Cifuentes. Más allá de este caso concreto y de otros que tengo previsto incluir en mi dossier, me interesa trabajar sobre los sesgos o los tratos de favor que parecen existir en ciertas instituciones académicas españolas. Es así como he leído con atención el artículo que el diario publico.es dedica a la formación que usted recibiera. Se afirma, en dicho artículo, que, en sus estudios militares, gozó usted, estimado señor, de un trato de favor. En el momento de escribir estas líneas no tengo constancia de refutación alguna del citado artículo: en lo que sigue consideraré que sus informaciones son exactas.
Señor de Borbón, la presente carta forma parte del dosier que preparo y, como usted podrá verificar, aparece en mi blog, para uso de mis compañeros docentes y del público en general. Si contesta usted a la presente, publicaré su carta con mucho gusto en mi blog. Considero deontológicamente necesario, en mi desempeño como docente, el someter el contenido de mis clases y escritos profesionales a la crítica pública, tanto de parte de las personas citadas en unas u otros, como de todo aquel que quisiere ejercerla.
Usted, señor de Borbón, pronunció, el día de su proclamación como rey de España, un discurso solemne en que tres palabras resonaron con fuerza : íntegra, honesta, transparente. Tal habría de ser, anunció usted, la conducta de la Corona. Fueron esas las palabras que el diario El Mundo decidió enfatizar en el título del artículo que dedicó a su discurso:
Felipe VI: « Una corona íntegra, honesta y transparente ».
El que se seleccionasen estas palabras se entiende, ya que la abdicación de su señor padre se produjo en una época muy penosa para la Casa Real, que, a la sazón, se vio afectada por toda una serie de escándalos que empañaban su buen nombre. Como todos recordamos, estos escándalos, que resultaban singularmente ofensivos para una parte considerable de la ciudadanía sobre la que se abatían los duros golpes de la crisis económica, ocuparon no poco espacio en la prensa española e internacional. Usted, señor de Borbón, tomó medidas enérgicas y, sin duda, dolorosas para restaurar el prestigio de la monarquía. Tuvo un grande y memorable impacto aquella del 11 de junio de 2015, cuando revocó usted el título de duquesa de Palma de su señora hermana, que había sido imputada por delito fiscal.
Señor de Borbón, al final del discurso mencionado citaba usted a Cervantes:
Decía Cervantes en boca de Don Quijote: « no es un hombre más que otro si no hace más que otro ».
¿Considera usted, estimado señor, que el haber podido incorporarse a la Academia Militar de Zaragoza sin pasar por la convocatoria de ingreso a la que deben presentarse los españoles de a pie o el obtener en plazos de una vertiginosa brevedad los grados de teniente de los ejércitos de tierra, mar y aire es conforme con lo que usted predicaba en su discurso? Acaso, señor de Borbón, no haya usted en nada solicitado el trato de favor que parece habérsele otorgado, tal y como explica la señora Cifuentes en lo referente a su propio máster, pues ella, dice, no solicitó las facilidades que se le dieron. Pero ¿no sería oportuno que, en aras de mostrar cierta coherencia, se anularan esos grados mal habidos o que parecen haberlo sido? ¿Para qué conservarlos, además, si la ley de carrera militar de 2007, dispone que tiene usted empleo militar de capitán general del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire, máximo rango militar que le corresponde en exclusiva como mando supremo de las Fuerzas Armadas?
¿No le parece, señor de Borbón, que se honraría usted solicitando que se anulasen esos grados dudosos? ¿No sería ello una prueba irrebatible de que usted se toma en serio aquellas hermosas palabras que pronunciara y que llevaron a tantos españoles a creer que se entraba de veras en « una monarquía renovada para un tiempo nuevo », como dijera usted también en su enjundioso discurso? ¿No redundaría semejante iniciativa en beneficio del prestigio de la Casa Real? ¿No sería la misma un gesto de camaradería y respeto para con sus antiguos compañeros, que se presentaron a las oposiciones, que estudiaron con tesón y que asistieron a clase sin beneficiarse de privilegios como los que usted parece haber tenido?
A la espera de su respuesta, lo saluda atentamente,
Sebastián Nowenstein,
professeur agrégé
Francia.
Reyes, deméritos y desfalcos.