El martes 30 de abril de 2013, a las 14 horas, Máxima Zorreguieta, de nacionalidad argentina y neerlandesa, se convirtió en reina de los Países Bajos. Algunos años antes, en 2001, su casamiento con el heredero del trono Willem-Alexander, había sido objeto de un debate en el parlamento neerlandés, que dispone del derecho de obligar al heredero del trono a abdicar si éste desea concluir una unión que el parlamento desaprueba. Los representantes del pueblo neerlandés aprobaron pues dicho casamiento, lo que ha tenido por efecto hacer de la señora Zorreguieta la reina de su país.
La señora Zorreguieta es hija de un ministro de la dictadura militar qui causó, la cifra es difícil de establecer con certidumbre, 30.000 muertos y desaparecidos. La crueldad del régimen no tenía límites : torturas, violaciones, robos de niños, desaparición de los cuerpos eran las técnicas habituales del régimen que servía el padre de la reina. El señor Zorreguieta siempre ha pretendido haber ignorado estas prácticas, lo que, como lo demuestra un informe oficial encargado al universitario Michiel Baud, es una falsedad. La reina de los Países Bajos no ha tomado nunca posición claramente sobre los crímenes cometidos por el gobierno en el que ejercía su padre.
Que la hija de un ministro de una dictadura criminal endose el embuste de su padre u opte por el silencio quizás sólo merezca el desprecio. Que, al no oponerse al casamiento de esta señora con el heredero del trono, los representantes del pueblo neerlandés hayan hecho de ella un símbolo de su país es un insulto público insoportable a los miles de desaparecidos, a las mujeres violadas, a los niños robados de la dictadura argentina. Este insulto se renovará cada vez que la señora Zorreguieta represente a su país de adopción. Es necesario actuar para que este insulto no pueda renovarse con impunidad.
Los neerlandeses que se niegan a aceptar esta indignidad deben movilizarse para recordar, en cada acto oficial en el que participe su reina, que ella no los representa. Cuando la señora Zorreguieta se desplace por motivos oficiales al extranjero, habrá que declarar con fuerza que su visita es una ofensa.
El parlamento neerlandés no dispone del poder de obligar al rey a divorciarse de la reina. Sólo la abdicación puede repara la falta cometida en 2001.