Estimado Alberto Barrera Tyszka,
En el relato Dilución, de 2004, de su compatriota José Balza, el agua que sale del grifo es turbia. En un tweet reciente, Yolanda Pantin, alejándose de la clara tersura de su verso, nos muestra unos bidones de agua turbia encima de lo que, supongo, es su cocina.
Soy docente en Francia y estoy preparando un dossier sobre Dilución en el que pido a mis alumnos que confronten los dos documentos antecitados tras haber recabado información sobre el estado de las infraestructuras en Venezuela.
El cuento de Balza nos propone un espacio de discusión sobre la Venezuela de los últimos años. Yo quisiera que mis alumnos pudiesen entrar en ese espacio y, también, que encontrasen en él a otros lectores. Me gustaría que se oyesen en este espacio voces autorizadas, como la suya, pero también otras, las de chicas o chicos venezolanos, por ejemplo, si fuese posible.
He dado en pensar que nuestra presencia, si bien distante, puede atenuar, los enconos. He dado en pensar que realizar juntos algunos de los ejercicios de escritura que propongo en el dossier pueda contribuir (de modo marginal, de modo insignificante, de modo meramente simbólico sin duda) a que se dé, en torno al relato de Balza, una forma de encuentro y de conversación. Bien se sabe que valorizar la deliberación leal y racional es una de las labores de los docentes. Y también, por supuesto, que promover acitvamente la polarización de la sociedad puede ser una manera de destruir la posibilidad de dicha deliberación.
Uno de los ejercicios que propongo a los alumnos consiste en imaginar una telenovela a partir de la situación en que el pintor, hombre de sesenta años, deja a su joven amante para partir en busca de gentes de confianza. ¿Aceptaría usted leer los mejores trabajos que resultasen de la realización de este ejercicio?
Las deficiencias en el abastecimiento de agua aparece con frecuencia en su novela Mujeres que matan (que he recibido y leído hoy), en la página 79, por ejemplo:
En su edificio solo había agua dos veces al día, una en la mañana y otra en la tarde, media hora cada vez.
¿Aceptaría usted comentar la cuestión del agua turbia del relato de Balza, la cuestión del agua turbia de la cocina de Yolanda Palin -vale decir, la de tantos venezolanos-, la cuestión del agua en general en Caracas?
Sobre todo, desde su propio exilio, desde el de millones de venezolanos que han dejado el país después de que se publicase el cuento, me gustaría que usted nos diese su percepción de la decisión que toma el pintor del relato de Balza de partir rumbo al sur.
Toda otra forma de colaboración de su parte será acogida con interés.
Un saludo cordial,
Sebastián Nowenstein,
professeur agrégé.
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