Profesora Vilanova,
Soy docente en Francia y estoy trabajando sobre el caso de Antonio Pastor Martínez, a partir del artículo de Benito Bermejo y Sandra Checa « La construcción de una impostura. Un falso testigo de la deportación de republicanos españoles a los campos nazis »1. Busco constituir un dossier sobre la cuestión con el fin de difundirlo lo más ampliamente posible entre compañeros franceses y españoles con vistas a que alumnos de nuestros países trabajen sobre temáticas como la de la objetividad en historia o la de la veracidad de la información periodística2. Me permito escribirle para preguntarle si desea usted contribuir en este proyecto con las consideraciones que pudiere inspirarle el caso arriba mencionado. De aceptar usted hacerlo, incluiría íntegramente las mismas en el dossier, antes de su difusión.
El que fuese usted, la especialista emblemática de las fuentes orales en España, quien entrevistara a Antonio Pastor Martínez y el que no detectara, señora profesora, las contradicciones e inexactitudes manifiestas que, según el artículo de Benito Bermejo y Sandra Checa, contiene su testimonio es algo que puede llevar a dudar del rigor de los trabajos que recurren a los testimonios orales en general y del suyo en particular. La inclusión de este testimonio en el Mauthausen survivors documentation project (MSDP), de la cual parece usted haber sido responsable, reforzó la credibilidad del relato de Antonio Pastor Martínez, que la invocaba para dar verosimilitud a una impostura que alcanzó un eco mediático considerable, en particular gracias al documental “Mauthausen, vivir para contarlo” del periodista Roberto Sánchez Benítez3. El hecho de que usted, señora profesora, -corríjame si me equivoco- no se explicara públicamente sobre la cuestión tras la publicación del artículo de los historiadores Bermejo y Checa, absteniéndose así de contribuir a restablecer la verdad histórica, puede sembrar la duda sobre el compromiso de los historiadores con la verdad y el rigor históricos4. Hoy, la impostura de Antonio Pastor Martínez5 sigue viva, basta con un breve recorrido por Internet para comprobarlo.
Me permito transmitirle una lista no exhaustiva de documentos que pienso incluir en mi dossier y que, tal vez, desee usted comentar:
a– Unas declaraciones6 del señor Sánchez Benítez que, con una impunidad aparentemente total, lleva hasta lo impensable, hasta lo meramente infame, el desprecio por el público, por Canalsur, por los deportados y por la verdad:
Señor Roberto, ¿por qué la televisión está llena de violencia y sufrimiento? Créame que usted es de los pocos que no incurre en estas cosas.
– Muchas gracias Raúl. Creo, como tú, que las personas que salimos en televisión debemos de ofrecer la mejor de nuestras sonrisas a los demás. Es un privilegio trabajar en lo que te gusta y, mucho más, en Andalucía. Mis amigos y familiares me dicen que suelo ser de los que siempre veo la botella medio llena en vez de medio vacía. En un documental que hice para el programa 60 MINUTOS sobre los supervivientes andaluces del campo de concentración de Mauthausen me sorprendió comprobar que a los protagonistas les mantuvo vivos ser optimistas, no perder la esperanza, ni la sonrisa. Por cierto, 60 años después de haber sufrido el holocausto no guardaban ningún rencor a nadie. Admirable. Creo que en esta vida, estamos para ayudar a los demás. SALUD AL DÍA y TECNÓPOLIS son programas informativos con un marcado carácter de servicio público. Gracias por tu apoyo y ánimo Raúl. Un abrazo.
b- Un artículo7 publicado por la señora Remedios Sánchez el 3 de junio de 2005, en el diario Ideal, que calificaba de “pseudohistoriadores”8 a Benito Bermejo y a Sandra Checa.
c– Un documento9 albergado por la web de la Junta de Andalucía en su sección dedicada a la educación, que hoy, en febrero de 2015, presenta el testimonio de Antonio Pastor como auténtico.
d– La declaración ante la comisión de seguimiento de RTVA10 del señor Rafael Camacho Ordóñez, Director General de la Radio y Televisión de Andalucía, que hace del trabajo excepcional (sic) de Roberto Sánchez Benítez el punto de partida de una serie de acciones del ente en favor de la memoria histórica que, dice el señor Camacho, hubiera, permanecido en el olvido sin el desempeño de su cadena. Aplicadas al caso de Antonio Pastor Martínez, las palabras del director cobran tintes orwelianos11:
Estos documentales tienen en común el ser un reflejo de nuestra historia reciente. Elaborados al calor de la recuperación de la memoria histórica, Memoria documentada se ha convertido en el testimonio visual y sonoro de una serie de acontecimientos, de personas, de historias, imprescindibles para comprender nuestro presente, nuestra cultura y nuestra realidad social, política y económica; una serie de acontecimientos que podrían, que podían permanecer en el olvido de no ser por esta iniciativa de la Radiotelevisión de Andalucía.
El sacar a la luz estos acontecimientos al calor de la recuperación de la memoria histórica andaluza y del conjunto del país ha permitido, además, rescatar, cuando no descubrir, acontecimientos, personas, historias, en definitiva, que el paso del tiempo había nublado de la conciencia colectiva de los andaluces y andaluzas, tergiversándolos a veces o dándoles una orientación distinta a la que realmente fue12.
e– Su entrevista con Antonio Pastor Martínez, en el supuesto de que tenga usted la bondad de comunicarme una copia de la misma. En su defecto, estas líneas suyas en inglés, que encuentro en el artículo13 Quantitative Analyse der Datenbank des „Mauthausen Survivors Documentation Project“ de Heinrich Berger, artículo que no he leído por desconocer el alemán:
„The atmosphere was splendid. I was very well received and during the interview the wife of the interviewee offered me coffee and cake. But somehow I had the feeling that he did not remember or did not want to tell me too much about Mauthausen. He could not explain exactly what kind of work he had done there, carrying dead corpses of Jews. But he entered Mauthausen with four other musicians (two of them were Jews) and when these two were discovered, they were killed, and Antonio did not play music any more. Maybe this explains that he was left in the barracks most of the time, doing nothing.“
f– Unas declaraciones14 suyas, muy efectistas, al diario EL PAÍS del 9 de abril de 2006, de las que entresaco:
Lo más importante de la historia es, a fin de cuentas, lo que no se ve.
Descubrir la mentira es casi imposible si uno no se pone en el lugar del testigo. Tampoco podemos vivir con cualquier verdad.
lo más importante es lo que no se dice.
g– Su artículo “La historia presente y la historia oral. Relaciones, balance y perspectivas”15.
h- Unos breves comentarios a su artículo, o más bien de algunos de sus pasajes, los que mejor he entendido, porque hay otros muchos cuyo significado, que deben de tenerlo, me parece oscuro. Intento confrontar sus consideraciones teóricas con lo que sé del caso Pastor para ver si se puede entender su error a partir de sus posicionamientos teóricos.
h- Esta carta.
i– Cartas16 dirigidas a : Rafael Camacho, director de RTVA de 2000 a 2008, al señor Pérez Moreno, miembro de la Comisión de Seguimiento y Control de la Empresa Pública RTVA, a la señora Botella Serrano, presidente de la mencionada comisión, al señor Gutiérrez del Álamo, defensor de la audiencia de Canalsur, a la Oficina de Defensa de la Audiencia, a la señora Lola Galán, defensora del lector de El País, al señor Roberto Sánchez Benítez, periodista, a la señora Genma Nierga, periodista, a la señora Remedios Sánchez, profesora. De manera general, estas cartas invitan a las personas mencionadas a colaborar con mi proyecto con sus comentarios, que deberían versar sobre lo que posibilitó la impostura y sobre lo que explica el que no se restableciera eficazmente la verdad.
j- Cartas17 a diferentes historiadores y al rector de la universidad autónoma de Barcelona con los mismos interrogantes.
k- Carta18 a Mario Vargas Llosa, que analiza sus artículos sobre el asunto Enric Marco.
l- Los relatos siguientes de Jorge Luis Borges: “Tema del traidor y del héroe”, “Pierre Menard, autor del Quijote”, “Uqbar, Tlön, Orbis tertius”.
m- El artículo de doña Ángeles Egido León Trabajando con la memoria : exilio y fuente oral19.
n- El artículo Constructing Rich False Memorie of Committing Crime20, que explica algunas técnicas sencillas que permiten suscitar la aparición de falsos recuerdos. Una de ellas, la de guardar el silencio, coincide sorprendentemente con las que preconiza la profesora Egido para recoger testimonios orales.
o- Los artículos siguientes de El País : Mauthausen, otra vez21, de Ian Gibson, Lo invisible hace historia22 (ya mencionado más arriba), Un equipo de investigadores de la Universidad de Barcelona lleva catorce años recogiendo testimonios de historia oral23.
Añadiré dos observaciones, señora profesora, antes de dar por concluida esta carta. La primera comparará la construcción de un enunciado general a partir de las historias de vida y la construcción de un enunciado general que valora la obra de un historiador, la suya en este caso. La conclusión que alcanzo es que si no se puede llegar con facilidad a un enunciado general a partir de una o varias historias de vida, sí se puede llegar a un enunciado general sobre una obra a partir de un desliz desafortunado no corregido. La segunda observación es más bien una propuesta de colaboración, aunque bastante formal o meramente cortés, pues no creo, ojalá me equivoque, que desee usted colaborar conmigo. En realidad, la presencia aquí de mi segunda observación, de mi propuesta, se explica por la vocación pública de esta carta. Y para ser franco, de lo que se trata fundamentalmente es de hacer un llamamiento dirigido sobre todo a mis compañeros en favor de una historia democrática, por retomar su terminología, señora profesora, que lo sea no por sus voces o sus temáticas, sino por quienes la ejercen y por cómo se ejerce. Me dirijo formalmente a usted, pero lo que busco en verdad es llegar a mis compañeros docentes.
Primera observación.
Uno de los problemas de las historias de vida, lo comentaba más arriba, es la dificultad de llegar a enunciados generales a partir de experiencias particulares, aun cuando se imagine que lo narrado por el testigo es fehaciente24. Quizás podría argumentarse que el caso de Antonio Pastor es también un caso singular y que no es representativo de su labor de historiadora ni de la manera en que los historiadores controlan el trabajo de sus pares y actúan para que se conozca la verdad. También podría aducirse que el que se desvelara dicho caso demuestra, justamente, que los controles funcionan. Yo no creo que puedan utilizarse dichos argumentos en su defensa o en la de su corporación. En primer lugar porque se espera que la palabra universitaria sea controlada por otros universitarios; hay mecanismos institucionales que deberían garantizar al ciudadano que la verdad, cuando es conocida, termina por prevalecer y puede llegar a su conocimiento. También se espera que el investigador que ha cometido un error lo reconozca, pues sin ello, siempre quedará la duda de que existan debilidades en la crítica, la de Bermejo y Checa, en su caso. En ciencia, o en historia, un error debe llevar a plantearse si no existen otros errores análogos en la investigación y a preguntarse si la metodología25 empleada es apropiada. Un testimonio aislado en historia no permite llegar a un enunciado general, pero un error en el trabajo de un historiador, mientras no se demuestre que su alcance se circunscribe a circunstancias particulares, contamina con su falsedad el trabajo en su conjunto, sobre todo si no se asume dicho error, lo cual lleva a pensar que, para el historiador, no hubo error26. En suma, un testimonio particular no permite llegar sin más a un enunciado general pero el error de dar por verdadero un testimonio ostensiblemente falso y de no subsanar prontamente dicho error desacredita una obra entera a la cual no podrá más aplicarse el presupuesto de honestidad intelectual y de rigor profesional que se deriva generalmente de publicaciones y de títulos universitarios como los que usted ostenta.
Personalmente, no creo que el desafortunado caso Pastor deba llevar a abandonar los testimonios de personas que han vivido los acontecimientos que uno estudia. Pero sí creo que, si se quiere llegar a enunciados de una mínima validez general, es necesario alcanzarlos no fundándose en la empatía, en la igualdad o en el deseo profundo de que recibir un testimonio extraordinario, popular o pintoresco, sino en protocolos rigurosos. Me parece que urge salir del cara a cara entre historiador y testigo. Hay que crear situaciones de palabra pública en que se somete un testimonio al examen crítico de otros testigos. Hay que utilizar, también, las herramientas de las humanidades digitales que permiten tratar grandes masas de datos. Pero estas son cosas que nos alejan de la introspección imaginativa del historiador. Cosas que usted, tal vez, califique de muletas, como cuando se refiere a los sondeos en su texto27:
Lo realmente interesante es descubrir los porqués de la incomprensión de intelectuales y políticos que necesitamos muletas, es decir sondeos, para transitar por las calles si es que alguna vez transitamos por ellas28.
Yo creo que ir con muletas en la investigación es algo honroso. Supone reconocer los límites que tienen el historiador y la historia y supone también reconocer que la investigación es una actividad modesta que va haciendo acopio tenaz, testaruda y pacientemente, de datos y conocimientos. Yo no soy ni un intelectual ni un político, pero, a pesar de ello, creo precisar de muletas para intentar entender lo que pasa, aun cuando, día tras día, transite, como dice usted, por las calles de la brega constante que es una actividad docente que se afana por llegar a todos.
Segunda observación, propuesta o llamamiento.
Contra la historia del intérprete inspirado, yo defiendo el trabajo riguroso y colectivo. Así, propongo:
Que hagamos de cada instituto secundario un centro de investigación.
Que cada profesor de historia se transforme en especialista de un microcampo y que lo sea durante años, quizás durante toda una carrera.
Que cada uno de nosotros sea un pequeño Bermejo, testarudo, incorruptible, modesto y tenaz.
Pero también que trabajemos colectivamente, poniendo a la disposición de todos nuestros datos, buscando el progreso del conocimiento y desdeñando las ambiciones personales.
Que vigilemos sin descanso la producción historiográfica, con respeto pero sin complacencia.
Que verifiquemos datos, razonamientos, citas y fechas para denunciar inexactitudes, errores o silencios culposos.
Que colaboremos con la investigación universitaria, pero sin servilismo.
A usted, señora Vilanova, que trabaje conmigo y con otros para hacer progresar el conocimiento histórico.
Una historia que no sea una historia en que el historiador hace hablar a un pasado redivivo por la boca de un testigo, sino una historia en que cada una de las afirmaciones de un historiador es objeto de un escrutinio riguroso y colectivo realizado por miles de cerebros, una historia en la cual miles de historiadores interrogan el pasado, debatiendo desde su presente y vivificando así la memoria. La objetividad en historia no es espontánea, sino que surge de un proceso colectivo de control y crítica que se efectúa muy imperfectamente desde la universidad y que se podría hacer mejor si los miles de docentes bien formados que hay en Europa se incorporasen a su elaboración.
Mostremos, nosotros, docentes, que todos podemos hacer historia, con tal de trabajar con seriedad y ahínco. Mostremos a los hijos de las clases populares que podemos apropiarnos la historia, escribirla y no sólo estudiarla. Y poco a poco, entonces, sacudiéndose tantas palabras y discursos que inferiorizan, surgirán voces obreras que escribirán historias rigurosas y que no dejarán que la imaginación de gentes como usted, señora profesora, se apodere de su pasado y de su memoria. Entonces sí, compañeros, habremos obrado en favor de una historia democrática. Se tratará, profesora Vilanova, no de una historia en que cada cual tiene derecho a su autobiografía o a su autoficción29, a sus quince minutos de gloria, sino de una historia que cada quien tiene el derecho de escribir a condición de respetar sus reglas y deontología, lo que no siempre acontece, digámoslo de pasada y sin pensar en nadie en particular, en los medios universitarios.
Publicaré en breve esta carta en mi blog http://sebastiannowenstein.blog.lemonde.fr/ Si desea usted que adjunte a ella su respuesta, le ruego me informe de ello.
La saluda atentamente,
Sebastián Nowenstein.
PS: He prolongado demasiado la redacción de esta carta y, no habiéndola enviado aun, llega a mis manos su última obra, Mauthausen, después. No he encontrado nada en sus páginas finales, que comentan los casos de Antonio Pastor y de Enric Marco, que me incitase a modificar lo ya escrito y sí, por el contrario, con qué apoyar mis críticas. Agrego un anexo con comentarios sobre su libro, los cuales se integrarán en el dossier junto con los ya mencionados de su artículo “La historia presente y la historia oral. Relaciones, balance y perspectivas”.
ANEXOS.
Anexo I.
Algunos comentarios sobre su artículo “La historia presente y la historia oral. Relaciones, balance y perspectivas”.
Anexo II.
Algunos comentarios sobre su libro “Mauthausen, después30”.
Anexo III.
Carta a Lola Galán, defensora del lector del diario El País, sobre el seguimiento por parte de dicho diario del asunto Pastor Martínez.
Anexo IV.
Carta a Roberto Sánchez Martínez.
Otros anexos deben incluirse en mi dossier. Algunos de ellos son mencionados en esta carta. Desafortunadamente, no dispongo de ellos en este momento pero los añadiré en mi blog31 a medida que los vaya redactando.
Anexo I.
Algunos comentarios sobre su artículo “La historia presente y la historia oral. Relaciones, balance y perspectivas”.
Leo, en la página 63, que
Ya empieza a aceptarse que la objetividad arranca de una subjetividad explicitada exhaustivamente en cualquier tipo de fuente producida, lo que en sí puede parecer bien pero que hay que ver cómo se hace y que tal vez no haya hecho usted en la entrevista que le hizo a Antonio Pastor. En un artículo32 que EL PAÍS le dedicara en 1982 alude usted a la metodología empleada:
« No se trata de utilizar únicamente la técnica de la entrevista », afirma la doctora Vilanova, « hay un trabajo previo enorme. Cuando hablamos con un protagonista, sólo se empieza a grabar cuando se tiene la seguridad de que lo que se dice es una cosa única. Es el momento que nosotros llamamos centro de gravedad vital de las personas. Antes de la entrevista, elaboramos una pantalla conceptual, sobre la que después proyectamos la entrevista. De esta proyección obtenemos lo que es colectivo y lo que es una individualidad. Luego se aplicará un análisis lingüístico a la estructura de la entrevista que nos permitirá eliminar muchos de los elementos subjetivos que pueda contener, controlando el error o la mentira ».
¿Qué pasó en el caso de Antonio Pastor Martínez? Esta cita abre otro problema: ¿Por qué buscar la cosa única y cómo se identifica el momento en que se va a llegar a la misma y hay que grabar? ¿Qué es el centro de gravedad vital de una persona?
Desafortunadamente, el gusto por las consideraciones metodológicas aparece muy disminuido en el artículo que estoy comentando33 :
Contra el gueto y la estéril discusión metodológica hemos de reivindicar la interpretación; no entretenemos tanto en explicar como lo hacemos sino en el producto final, en la calidad del contenido o del mensaje. En el caso de Antonio Pastor, “el producto final”, como usted dice, no parece que sea muy favorable a la “reivindicación de la interpretación” que usted defiende.
La retórica en torno a la explicitación de los silencios me parece de mucho interés para intentar entender su error en el caso de Antonio Pastor:
Las fuentes orales debemos escucharlas en estéreo como la música, con registros diferentes para cada oído. Por un lado escuchamos lo que se nos dice y por otro oímos lo que no se nos dice porque nuestros interlocutores no lo quieren compartir, porque no lo saben decir, o porque no lo sabemos preguntar34, este último aspecto distingue a los historiadores buenos de los mediocres que destrozan las entrevistas con sus preguntas desatinadas y a destiempo. Esta manera de escuchar y de saber preguntar sobre las palabras y los silencios es especialmente útil cuando dialogamos con personas que no están acostumbradas a ser entrevistadas que es con quienes la creación de las fuentes orales alcanza un mayor significado dado que su presencia es más escasa en las fuentes escritas en las que suelen quedar reducidas a números estadísticos o a la frialdad sociológica de los sondeos.
Cotejar este párrafo con las líneas arriba citadas –But somehow I had the feeling that he did not remember or did not want to tell me too much about Mauthausen.- me parece revelador. Usted oyó lo que no se le decía y lo interpretó como le venía bien, lo que parece haber sido no una explicitación exhaustiva de la subjetividad sino un ejercicio abusivo de la suya propia.
Podemos relacionar la cuestión de la interferencia de la subjetividad del historiador en la narración histórica con la presunción que usted menciona de que las fuentes orales son fundamentalmente democráticas:
La creación artificial de un relato coherente de la propia biografía, que en nuestra jerga denominamos historia de vida, es la convicción de que todos tenemos derecho a la autobiografía. En parte, de la defensa de esta posibilidad arranca la presunción de que las fuentes orales son esencialmente democráticas; y eso lo afirmo sin atisbo de militancia, convencida por propia experiencia de la potencia de todo destino personal convenientemente explorado, porque la autobiografía relaciona la vida personal con la social.
No sé si entiendo bien lo que sea una fuente histórica democrática, pero si, para dialogar con usted, me abstengo de intentar definir dicha expresión y me contento con una aprehensión vaga de la misma, lo que el caso de Antonio Pastor nos está indicando sería más bien lo contrario: la fuente oral, que requiere una comprensión y una interpretación de los gestos y los silencios que sólo el entrevistador ejerce y puede35 ejercer plenamente implica que una parte considerable del trabajo del historiador escapa al escrutinio crítico de sus pares, lo que puede favorecer la fragmentación de la historiografía en innúmeros encuentros irreductibles y libremente interpretados por cada historiador, y correlativamente, la confiscación del relato historiográfico por la subjetividad del historiador o por cualquier hacedor de relatos históricos que se apoyará según sus intereses en tal o cual historia de vida. Lo democrático no se desprende de la naturaleza de la fuente empleada sino de la expansión de la posibilidad del lector y del ciudadano de ejercer una vigilancia crítica sobre el proceso -inevitable- de interpretación que efectúa el historiador, vigilancia que efectuará el ciudadano mismo o, vicariamente, confiando en el rigor de una disciplina y en la conciencia deontológica del historiador y de sus pares. Nada nos garantiza a priori que esto ocurra cuando se recurre a testimonios escritos, por supuesto. Pero el problema de la fuente oral y de la interpretación de gestos y silencios es que convierte casi por definición en imposible dicha vigilancia. Cabe agregar aquí la defensa vibrante que usted realiza de la necesidad de que los historiadores sean imaginativos:
En primer lugar, no me cabe la menor duda de que estamos obligados a ejercer el privilegio de la práctica imaginativa de nuestra profesión. No importa el método que utilicemos o el área a que nos adscribamos, ni el tema ni el objeto de estudio. En cualquier caso la imaginación es nuestra herramienta más poderosa, nuestra facultad más indispensable. Seguid este consejo: Nunca imitéis. No andéis por caminos trillados. ¡No seáis epígonos!36
Y, a modo de colofón en el mismo texto, dice usted:
Sed originales, para no ser meros papagayos.
Combinar el recurso a la fuente oral con el ejercicio de la imaginación en el trabajo de historiador corre el albur de conducir a la arbitrariedad y a un peligroso debilitamiento de la confianza del ciudadano en la posibilidad misma de la existencia de la Historia como indagación de lo que realmente ocurrió y no como interacción subjetiva, privada y excluyente entre dos personas. Yo no creo que sea posible llegar a una historia rigurosamente objetiva, pero sí pienso que el intento honesto de acercarse a ella es un elemento indispensable del debate democrático y pienso también que dicha imposibilidad no legitima simétricamente que se haga historia con cualquier tipo de enunciado. El caso de Antonio Pastor Martínez ilustra, creo, el riesgo de las derivas que señalo: en parte a causa de los errores que usted cometió en su caso, debidos, me parece, a insuficiencias metodológicas, y en parte a su renuencia a restablecer la verdad histórica se llega a una situación de confusión tal que un individuo sin escrúpulos como Roberto Benítez Sánchez puede desinformar con total impunidad a un público modesto afirmando que los que sufrieron el holocausto (sic) no sienten rencor hacia nadie o que quienes sobrevivieron en los campos lo hicieron gracias a que nunca perdieron la sonrisa y el optimismo. Cada uno tendrá derecho a su biografía, como dice usted, también los impostores o los pobres ancianos que desvarían, ¿por qué no?, pero cuando se llega a semejante enrarecimiento de la verdad en la atmósfera pública, la noción de democracia pierde buena parte de su significado. Otra cosa, profesora: ¿no teme usted que el ejercicio libérrimo de la imaginación transforme, no sin cierta paradoja, a los historiadores en papagayos –como dice usted-, o en simples proveedores de los mitos que cada época requiere? A mí me parece que en el caso de Antonio Pastor fue un poco eso lo que pasó. La libertad que usted reclama condujo a los historiadores -también a periodistas- a escuchar no los silencios del testigo, sino la voz de la sociedad que reclamaba con avidez testigos únicos y relatos pintorescos. Yo creo que estaba usted tan habitada por una historia suya y anterior, tan requerida por la sociedad y que, además, sentía tanta empatía37 por el señor Pastor que, cuando creía estar haciendo hablar los silencios de éste gracias a su imaginación, lo que estaba haciendo, sin darse cuenta, era obrar como la amanuense de una historia socialmente construida, de un mito38, que la sobrepasaba. La imaginación, para la neurobiología, es una facultad menos maravillosa que, me parece, lo que usted cree39 40.
Yo hablo de empatía, usted de igualdad:
No obstante, nuevas maneras de hacer más imaginativas están surgiendo en las que el principio utópico no es la diferencia necesaria para que la entrevista sea interesante, sino la igualdad que intenta disminuir los desequilibrios de poder, y en la que la situación de la entrevista se plantea como la de un aprendizaje mutuo porque también se tienen en cuenta los objetivos de los entrevistados.
Yo creo que cuando un historiador entrevista a alguien, nada impide que sienta empatía por él o que respete su dignidad o que lo trate como a un igual, pero lo que hay que buscar es información o perspectivas nuevas, no la promoción del entrevistado. El que busque el historiador lo que le interesa es no sólo legítimo, sino también honesto. ¿Supone eso entrevistar con parámetros androcéntricos, como dice usted?:
Muy brevemente, la Historia Oral Tradicional se refiere a aquellas entrevistas realizadas con parámetros androcéntricos, centradas en temas factuales, con cuestionarios que interesan más al historiador que al propio entrevistado, y en las que lo importante no es el proceso interactivo sino “vaciar” la memoria ajena sin estar atentos a lo creativo del momento.
Es hacer un muy flaco favor a la causa de las mujeres calificar de androcéntrica una entrevista tal como la denominada “tradicional” en su texto y que yo calificaría más bien de rigurosa. Temo que sus recomendaciones hayan encerrado a las historiadoras que la han seguido en una visión caricaturesca de la identidad femenina, orientándolas hacia modos de recogida de testimonios conformes a la paciencia, dulzura y escucha que se atribuye en general a las mujeres.
Su artículo sondea a continuación las perspectivas de las fuentes orales e identifica lo primordial en ellas:
Lo primordial en las fuentes orales es que nos devuelven el sentido común y la orientación de la brújula a través de los acontecimientos y de los tiempos, para abrirnos las puertas del camino insólito y fascinante hacia lo invisible que, como en los silencios, resulta ser siempre la roca sobre la que cimentar una interpretación si no certera, sí hacedera. Es sobre todo, al sondear los silencios cuando las fuentes orales utilizadas complementariamente nos ayudan a escribir un relato histórico que no necesita de adjetivo para definirse.
Para mí, usted piensa realmente lo que escribe: yo creo que usted piensa que las fuentes orales, como ungidas por su origen popular, devuelven al historiador la orientación de la brújula. Pero yo pienso también que esa creencia gratuita y arbitraria fue la que la desorientó a usted, impidiéndole ver lo evidente y manifiesto de las contradicciones del relato de Antonio Pastor, alejándola del sentido común y perdiéndola no en lo insólito ni en lo fascinante sino en lo trivial de una impostura. Accedió usted a lo invisible, que resultó ser lo inexistente: lo invisible cuyas puertas le abriera la fantasía o la imaginación de Antonio Pastor era invisible no porque estaba oculto, sino porque no existía.
Anexo II.
Algunos comentarios sobre su libro “Mauthausen, después”.
Decía yo, en la nota 19 de esta carta, que tenía la impresión de que, aun cuando se diesen por buenos los testimonios, no se efectuaba el trabajo que permitiría pasar de lo particular a lo general. Por el contrario, observaba que a menudo los historiadores se contentan con sugerir implícitamente el valor general de los testimonios recogidos sin transformarlos en historia, es decir, sin articularlos con datos o informaciones conocidos. Este problema se cruza con el de la fiabilidad de los testimonios, puesto que la inexistencia de un trabajo explícito de combinación de lo dicho por los testigos con lo sabido disminuye la utilidad histórica de los mismos e impide, por otro lado, que sirvan para cuestionar lo considerado como sabido. Su libro nos da fragmentos de su cara a cara con los testigos, o con la memoria de sus testigos, que usted hace hablar. No podremos saber si lo que usted nos transmite es una elección juiciosa, no podremos saber si no ha dictado usted involuntariamente lo que quería oír, no sabremos si lo que dicen los antiguos deportados en esos momentos de palabra y recuerdo que usted crea corresponde a lo que pasó o a los requerimientos actuales de la sociedad. El caso de Antonio Pastor, con sus invenciones aparatosas y ostensibles pero no detectadas por usted, nos deja un amplio espacio de incertidumbre sobre la exactitud de las informaciones: si no vio usted las invenciones de Antonio Pastor, podemos suponer que tampoco haya visto otras muchas, no necesariamente tan evidentes pero sí lo bastante importantes para que no se pueda tomar uno muy en serio su libro. Si no se hallaba usted en capacidad de transformar en historia esos testimonios que recogió debería usted haberlos publicado íntegramente para que otros pudieran efectuar dicho trabajo41.
En la página 29 figura un párrafo que, muy confusamente, puede sugerir que hubo momentos en que usted se da cuenta que lo que hace no es realmente historia, sino que se trata, más bien de submarinismo, o sea una práctica deportiva que consiste, creo, en un errar por aguas profundas en una introspección que le interesa quizás al que la practica pero que, no siendo biología marina, no tiene por qué tener mucho valor para quien no tiene lazos afectivos con el deportista:
Sin darme cuenta actué como la submarinista que había sido, no como la historiadora que pretendía ser, y las experiencias de mi juventud resurgieron sin avisar. Instintivamente supe que en la prudencia iba la vida, que no debía ir al fondo de las conciencias, ni dejar que la ausencia de gravedad me hiciera perder el norte, porque al escuchar con pasión como yo hice, la magia se quiebra si hay precipitación por oír, averiguar, saber. Cuando no sopla una brizna y el silencio no habla, la ausencia de comunicación desarbola a cualquiera, y afortunadamente eso no ocurrió, eso se lo debo al mar.
Yo estoy seguro de no entender gran cosa de este párrafo. Estoy seguro también de no saber muy bien de qué se habla en él y de no concebir tampoco con claridad los contornos de la figura del submarinista historiador o del historiador submarinista al que la ausencia de comunicación, cuando no sopla una brizna y el silencio no habla, no lo desarbola. Menos mal que, de esa peliaguda situación, la salvó a usted el mar; menos mal que usted supo que en la prudencia iba la vida ¡Qué suerte! Lo que sí entiendo es que no trabajó usted como la historiadora que pretendía ser. Me parece que la cuestión que tendría que haber dilucidado, en el momento de la publicación del libro, o en el momento de ese bucear introspectivo que debió de ser su redacción, es no la de saber si en los momentos en que redactaba el libro era usted submarinista cuando pretendía ser historiadora, sino si es usted, ahora, cuando yo la leo, es decir, cuando usted escribe, historiadora. ¿Es “Mauthausen, después” un libro de historia? Bueno, no lo sabemos. Pero la ignorancia -lo sé gracias a usted- puede resultar un acierto, como el suyo, del que habla en la misma página:
Pensar que podía llevar a buen puerto esas entrevistas fue una inconsciencia, aunque esa ignorancia resultó ser un acierto, pues no tuve la astucia de usar una mirilla para dar en la diana.
No olvidemos por lo demás que disponemos de informaciones valiosas en la misma página 29: 1. los diálogos mantenidos son como vuelos de pájaros que abrazan desde lo azul, 2. usted no perdió el norte y 3. la magia no se rompió. Intuyo que su breve libro pueda constituir una piedra de toque de una nueva manera del historiar, algo que esté entre el submarinismo, la ornitología y la magia, algo en lo que se da en la diana sin usar mirilla y se acierta al no trabajar con hipótesis precisas.
En la última frase de la página 29 encuentro un adjetivo –insólito– que ya me ha llamado la atención en otros de sus escritos y que ya he comentado en esta carta. Dice usted:
Las fuentes orales conducen a caminos insólitos, nunca sabes dónde llevan. Me enseñaban fotos como atajos para que captara lo que me explicaban.
… nos revela usted en la página 30. Es realmente insólito, en efecto, que le mostraran fotos del pasado aquellos a quienes usted interrogaba sobre el pasado. Claro, lo que pasa es que yo no sé bucear ni hacer hablar los silencios: esas fotos eran atajos para que usted captara lo que no le explicaban. Yo no capto muy bien lo que hay de insólito en ello (la primera frase de este párrafo era irónica), pero en realidad no importa mucho, porque usted, esos atajos no los quería ni los buscaba. Creemos estar un poco en la misma situación que antes cuando nos contaba que la ausencia de comunicación, el viento que no soplaba y los silencios que no hablaban no la desarbolaban. Nos habla usted de los atajos que no buscaba y de las metas que no alcanzaba. Pero esta vez, vamos a saber lo que usted buscaba, positivamente: oír palabras que no mintieran. Ahora, le voy a decir, señora, yo también. Yo también busco palabras que no mientan. Quizás no sea el caso de todo el mundo, pero tampoco será insólito, ¿no? Claro que la búsqueda de las palabras que no mienten siempre podrá tener, en su caso, algo particular, una intensidad mayor, algo que la singulariza. Pero no es eso. No creo yo que sea eso. Yo creo que su descubrimiento es más profundo: nada de lo que se le dice a usted es mentira. Ninguna de las palabras que se le dicen a usted miente. El caso de Antonio Pastor Martínez ilustra espectacularmente la elegancia de su manera de proceder :
Los testimonios que Bermejo y Checa denominan falsos suelen ser socialmente significativos y dan un sesgo de veracidad a casi todos lo proyectos (p 145).
Lo que para nosotros, mentes sin duda apocadas, es el cobre de la mentira, cuando le llega a usted se aquilata en el oro de lo socialmente significativo. La revelación que recibí fue, señora, fulgurante: la mentira, en tocándola a usted, se vuelve verdad -socialmente significativa, por cierto, pero verdad al fin y al cabo, no seamos mezquinos-.
Pero a mí, he de confesarle, la verdad socialmente significativa que más me interesa en este asunto es la de su error en el caso de Antonio Pastor Martínez, la de su silencio ulterior, la del silencio y benevolencia de sus compañeros historiadores, la de este libro tan complaciente con usted misma, la del prólogo del profesor Botz, etc, etc.
Algo más, si me lo permite. Entre las cosas que no entiendo figura la declaración final del capítulo: usted se afanó por buscar conceptos con el atrevimiento del autor del Génesis y se pregunta si las palabras de Pablo según las cuales el amor de Dios lo tolera todo también significan que tolera el mal. Jung, parece, se hizo la misma pregunta. Bueno, está bien. Pero no entiendo a cuento de qué aparecen aquí y en otras partes del libro sus meditaciones religiosas. Me digo que se articularán con eso del buceo y del submarinismo, pero no entiendo porqué a usted le pareció importante que figuraran aquí, junto a las palabras de los deportados.
Pero dejemos este capítulo inicial y pasemos a las rápidas páginas que dedica usted a reflexionar sobre las fuentes orales.
Su capítulo Un trozo perdido de la historia, en la página 128, comienza con la frase siguiente: Espacios de la vida cotidiana de los campos se han perdido para la historia, pues los supervivientes no hablan, y no hemos sabido escuchar su silencio ni hemos querido pensar. No sé si lo que afirma es cierto, pero impresiona la primera persona del plural: no duda usted en incluirse entre los que no hemos sabido escuchar su silencio, cuando sin duda será usted una de las personas que más deportados habrá escuchado en España. Pero a penas unas líneas más abajo, el nosotros desaparece:
Todos afirman que los historiadores y los medias han favorecido toda clase de imposturas sin querer llegar al fondo de la cuestión porque los tratan como títeres.
Resulta sorprendente que asuma usted primero una responsabilidad en algo que no se le puede reprochar y que después escurra el bulto cuando habla de imposturas, cuando sabemos que usted contribuyó decisivamente al éxito de una de ellas, la de Antonio Pastor Martínez. Yo pienso que el primer nosotros es un recurso retórico destinado a hacerla pasar por pundonorosa en exceso y así atenuar su responsabilidad en la aparición de toda clase de imposturas. Sobre esta cuestión de las imposturas filosofa en la página 141 y llega con lucidez a escribir:
Y no hay que olvidar que un aspecto importante de las imposturas es que quien las convierte en verdad es la persona que las escucha.
Y mira para otro lado, como si el tema de la impostura no fuese con usted. Claro que, me podrá recordar, señora, lo de las imposturas no va con usted, puesto que, ya lo decíamos más arriba, el de Antonio Pastor Martínez, ese denominado falso testimonio, como usted dice, es, en realidad un testimonio socialmente significativo.
En una de las primeras notas de esta carta, le rogaba a usted que diese en ella a la expresión la impostura de Antonio Pastor Martínez el sentido de la impostura de quienes han permitido que la misma cobrara vida en la sociedad, no la de un anciano cuyos desvaríos fueron instrumentalizados. Menos mal que la impostura de Antonio Pastor Martínez no es una impostura. Si no, se desprendería de lo que usted dice sobre la transformación en verdad de la impostura y de lo que yo digo que es la impostura de Antonio Pastor Martínez la conclusión de que esta última vendría a ser, en cierto sentido, la impostura de Mercedes Vilanova, lo que sería bastante desagradable y crearía una situación poco propicia a la continuación del intercambio epistolar al que puede dar inicio esta carta.
En la página 142 de su libro escribe usted:
El profesor Benito Bermejo ha trabajado sobre el nazismo con dedicación erudita y ha puesto en duda la muestra de personas cuyos testimonios he utilizado porque incluye algún impostor.
En el artículo de Bermejo y Checa no se pone en duda la muestra de personas; se dice, simplemente, que los autores desconocen la metodología empleada :
Desconocemos cuál fue el criterio de selección de los entrevistados para la muestra española y por qué motivo fue incluido APM. Ignoramos si el proyecto, en conjunto, tenía previsto algún procedimiento para verificar la condición de testigo de los entrevistados.
A ese interrogante responde usted -un poco- en la misma página:
Gerhard Botz estableció unos personajes para una serie de regiones del mundo y los aplicó según el número de prisioneros que estuvieron en Mahthausen. A la península ibérica le correspondieron veintiocho del total de las ochocientas entrevistas previstas. En algunos países como Alemania muchas no se pudieron realizar porque fue difícil localizar a los que habían sido prisioneros, y si se les localizaba no querían hablar, hecho que no invalida la muestra alemana ni disminuye su valor; muy al contrario pone al descubierto quienes son los que todavía hoy no quieren explicar cómo fue su vida en los campos y no quieren ser entrevistados; en el caso español revela que la impostura fue más frecuente de lo que se había pensado.
En una nota que acompaña al párrafo que cito, se señala : El protocolo que había que seguir en las entrevistas fue ampliamente discutido por los responsables de las diferentes regiones seleccionadas.
El que discutiesen entre ustedes el protocolo no nos dice gran cosa sobre él, y tampoco es en sí una gran garantía. Pero más interesante me resulta la defensa pro domo que encierra este párrafo. El que en Alemania algunos no quisiesen contestar no sólo no disminuye el valor de la muestra, sino que es significativo. Análogamente, el que la muestra española contenga imposturas no sólo no afecta el valor de la muestra sino que, además entraña una información importante: hay más imposturas que lo que se pensaba. Fracasar en conseguir un testimonio se equipara con incluir un testimonio falso en una muestra. Supongo que la proximidad reposa en que ambas situaciones son frustrantes para los promotores del proyecto, ¿es eso? Resulta difícil encontrarle otra base a la comparación. O sea, usted, según entiendo, nos viene a decir que la muestra española resulta tan poco afectada por la impostura como la alemana por la negativa de algunos testigos a hablar. ¿Es eso, profesora? La analogía es de vértigo. Yo no sé en qué medida la negativa de algunas personas afecta a la calidad de la muestra alemana. Pero por lo menos es una cuestión que puede estudiarse, puesto que se dispone de datos claros: algunos contestan, otros no. En el caso de la muestra española, esa reflexión no podía llevarse a cabo antes del artículo de Bermejo y Checa, que escribieron ellos, no usted, lo que supone que el valor de su muestra debe estimarse incluyendo en ella una impostura no desvelada y no a partir de la situación que prevalece hoy gracias a la tenacidad de Bermejo y Checa y a pesar de su silencio. Su muestra contenía una impostura. El valor de su muestra sólo podrá establecerse cuando se haya desgajado lo falso de lo verdadero. Pero legitimar la compilada por usted comparándola con la muestra alemana me parece un empleo alucinado de la analogía que podrá tal vez tener cabida en un texto teológico pero no en un ensayo riguroso. Aceptar su razonamiento implica 1. que la muestra alemana es necesariamente de buena calidad, 2. que la ausencia de respuestas no afecte a su calidad y, sobre todo, 3. que la ausencia de respuesta es equivalente a la inclusión de una impostura.
Pero hay otra cosa que me preocupa en su párrafo. Dice usted que la impostura fue más frecuente que lo que se había pensado, algo de lo que nos enteramos gracias a usted de algún modo, gracias a que usted no identificó la impostura de Antonio Pastor Martínez. Pero, ¿cómo llega usted a establecer esa frecuencia superior a lo que se había pensado? ¿Es porque hay otros casos que no han sido revelados? ¿Extrapola usted a partir de su muestra, diciéndose que si en ella hay un impostor sobre veintiocho, la misma proporción ha de haber en el conjunto de los deportados?
Yo tengo la impresión de que, para evacuar o disminuir su responsabilidad, se la endilga usted a los que dicen haber sido deportados: su encuesta no contiene errores, los ancianos a que usted interrogó son una muestra representativa de los que afirman haber sido deportados. ¿No le parece a usted que pudiera haber una sobrerepresentación de los impostores entre quienes aceptan hablar? ¿No le parece a usted terriblemente ofensivo y gratuito generalizar a partir de dos o tres casos muy singulares? Bermejo y Checa hablan, creo, de tres casos: Pastor, Marco y un tercero de menor importancia.
Bermejo y Checa observan en su artículo que los falsos testimonios pueden llevar a dudar de la autenticidad de los verdaderos:
Se da la paradoja de que dar crédito a un falso testimonio conduce en la práctica al descrédito de un auténtico testigo.
Javier Cercas descarta una forma general de dicha advertencia en el caso de Enric Marco:
El principal argumento que se esgrimió contra Marco apenas exige refutación. El argumento defiende que la impostura de Marco es un combustible ideal para los negacionistas (…)
Todo esto es un disparate. Los horrores de los nazis son uno de los hechos más conocidos y mejor documentados de la historia moderna, y a principios del siglo XXI los negacionistas no pasan de ser cuatro anormales perfectamente identificados y tan peligrosos como quienes afirman que la tierra es plana o que el hombre nunca pisó la luna.
Yo, como docente de instituto, sé que Bermejo y Checa tienen razón. En realidad, Bermejo y Checa por un lado y Cercas por otro hablan de cosas diferentes. Cercas tiene razón: sólo un anormal es realmente negacionista, y el número de los mismos es muy limitado. Sin embargo, el problema no se circunscribe a los cuatro negacionistas profesionales, el problema es su numeroso público, como el que en Francia se precipitaba para asistir a los espectáculos de Dieudonné. Mi labor de docente no puede limitarse a disponer de conocimientos fiables, mi labor es obrar para que esos conocimientos lleguen masivamente a una sociedad que no se rige por el rigor de los debates universitarios o por pautas racionales. En ella, al contrario, lo irracional puede imperar y la mala fe avasallar a los conocimientos. En lo que se refiere a la percepción por la sociedad de la cuestión del negacionismo, de la de la memoria histórica o de los deportados, Bermejo y Checa tienen razón.
Como docente de secundaria, sé yo, señora profesora, que toma usted una terrible responsabilidad al afirmar, en un libro destinado a preservar la memoria de los deportados y sin dar la menor justificación:
(…) en el caso español revela que la impostura fue más frecuente de lo que se había pensado.
Sin darse cuenta incurre usted en una afirmación injuriosa. La insinuación sin base y sin precisión que aumenta la frecuencia de un fenómeno a partir de un nivel indefinido y cambiante según cada lector es una técnica argumentativa frecuente entre los negacionistas. Corrija lo escrito, señora profesora, de lo contrario estará usted dando pasto a los negacionistas, que podrán repetir cuanto quieran que la profesora Vilanova dice que la impostura fue más frecuente que lo que se pensaba.
Postular que lo que la impostura de Antonio Pastor Martínez refleja es la frecuencia de los impostores entre los deportados y no la impericia de su investigación redunda en beneficio de su reputación profesional y opera en detrimento de la de los deportados. No afirmo que haya sido eso lo que usted con cinismo buscase, pero sí mantengo que ésa es la impresión que se desprende de la lectura de estas páginas cuando uno observa con perplejidad los malabarismos que usted realiza para eludir toda responsabilidad.
El párrafo siguiente de su texto se cierra con las dos preguntas retóricas:
¿Es acaso este trozo de su relato una impostura porque implica según Bermejo que no podía dar testimonio de lo que no conoció? ¿Se dio cuenta mi compañero de este hecho? Las mismas se refieren a una entrevista en que un antiguo deportado da todo lujo de detalles generales pero con ninguna referencia personal. Usted se pregunta si Bermejo se percató del hecho. Y pregunta si esta cuestión de los detalles generales ha de alcanzar para tipificar como impostura dicho testimonio. Supongo que este argumento es una suerte de reducción al absurdo, como si usted dijese, cuidado, de seguir así, no nos va a quedar nada42. O que Bermejo no es tan perspicaz como se piensa, que no debe de haber visto lo que usted vio pero que no está usted segura de lo que significa. Yo no sé si ha encontrado usted una nueva impostura. Espero que no. Pero sería deseable que investigara. Lo digo por usted: más vale que la encuentre usted misma y no Bermejo o Checa. Hubiera sido incluso deseable que lo hiciera antes de publicar el libro. Insinuar que hay otros problemas y pensar que eso descalifique o atenúe el valor de las investigaciones de Bermejo y Checa es de poco interés, como también lo es la advertencia implícita que aparece en sus líneas de que si nos ponemos a desmontar los testimonios, no nos va a quedar nada. En todo caso, el que usted haya juzgado procedente integrar tan débil argumento en su defensa tiene por único efecto el debilitar esta última. Las mismas observaciones merecen el que usted mencione que en el archivo de Arolsen aparecen varios Pastor. ¿Qué busca usted sugerir? ¿Fue Antonio Pastor Martínez un auténtico deportado al fin de cuentas? Han transcurrido más de 10 años desde la publicación del artículo de Bermejo y Checa, supongo que ha tenido tiempo de investigar y que no ha encontrado nada sólido que pudiera contradecir a los dos historiadores; de no ser así, por la cuenta que le trae, no dudo que hubiera usted publicado sus resultados. Así que lo que hay que entender es que utiliza usted los otros Pastor para insinuar que Antonio Pastor Martínez fue un auténtico deportado. De otra manera no se entiende el objeto de mencionar la existencia de esos otros Pastor. Yo creo que puede interpretarse dicho fragmento como una estrategia para que se pueda decir “mmm, eso de que Pastor no fue un deportado, tampoco está tan claro…” Una vez más, no digo que tal haya sido su objetivo, digo simplemente que es una hipótesis que no puede no emerger cuando usted desliza, así, como no dándole mucha importancia pero poniéndolo igual, que hay otros Pastor en el archivo de Arolsen.
Tenemos después un fragmento de la entrevista que le hizo usted a Antonio Pastor Martínez y que, según usted, fue en buena medida lo que le permitió a Bermejo denunciarlo como impostor. El artículo de Bermejo y de Checa presenta las cosas de otra manera. Es cierto que la ignorancia de la topografía, dicen los autores en una nota, les parece especialmente llamativa :
Especialmente llamativo resulta la forma en que APM demuestra ignorar incluso la disposición topográfica del lugar en el que pretende haber pasado un considerable período de tiempo. Sí, no bajábamos, estábamos abajo. La cantera, esto era, la cantera subía y estaba arriba. (Entrevista para el MSDP)
Pero esta cuestión dista mucho de ser la única problemática:
Todo ello a pesar de que una lectura atenta de los documentos presentados por APM y mencionados en esta entrevista, hubiera bastado para constatar que esta documentación no prueba su supuesta deportación, sino más bien al contrario.
¿Leyó usted los documentos que se mencionan en la entrevista, profesora? ¿Por qué no los menciona en su libro? Sería preocupante que el buceo, el uso de la introspección, la libertad y la imaginación obliteren la lectura de los documentos. ¿Temió usted que se rompiera la magia si los leía?
Ya he citado su comentario sobre los testimonios que Bermejo y Checa denominan falsos, que son socialmente significativos y que dan un sesgo de veracidad a casi todos los proyectos. La continuación tampoco tiene desperdicio:
Cualquier muestra incluye imposturas diversas que representan a los que quieren oír una verdad determinada; los impostores a veces simplemente necesitan dinero, o reconocimiento, o piensan que así vivirán mejor, o, como Enric Marco, creen que sus palabras tendrán una mayor credibilidad. Por esto mismo la afirmación de que las fuentes orales generan documentos falsos es ofensiva, pues los historiadores sabemos que la verdad objetiva, “real”, no existe.
Mire, le voy a confesar que cuando llegué aquí me pregunté si esto no era un bulo. Me pregunté si había que comentar este párrafo o si, en realidad, no bastaba con ponerlo aquí él solo, para que se destruyera a sí mismo. Pero me dije que Cátedra es una editorial seria que no debe de jugar con bulos.
Su párrafo se compone de tres enunciados principales: el primero establece una característica general de toda muestra, que es la de incluir imposturas; el segundo se descompone en cuatro motivaciones que animan a los impostores; el tercero deduce de los dos enunciados anteriores que es ofensivo afirmar que las fuentes orales generan documentos falsos pues (sic) los historiadores saben que la verdad objetiva no existe. Esto señora Vilanova, es un desafío a la lógica. No hay manera de articular estos enunciados en algo que tenga un poco de sentido. Ahora, el problema que yo tengo es cómo demostrar esta ausencia de lógica. Es como demostrar la inexistencia de Dios, cuando les toca a los creyentes demostrar Su existencia.¿Qué quiere usted decir, señora?
Hago algunas observaciones, pero no sé si guardan relación realmente con su párrafo.
1. Cualquier muestra NO incluye imposturas diversas si se da a la palabra impostura un significado razonable.
2. Las imposturas no representan a nadie.
3. Los historiadores serios no incluyen en sus muestras imposturas para representar a alguien o para que cada uno encuentre lo que quiere oír.
4. Cuando un historiador descubre una impostura en el material que ha recogido la hace pública y no se defiende diciendo que todas las muestras incluyen imposturas.
5. Las motivaciones que usted atribuye a los impostores son inoperantes aquí.
6. No se desprende de la supuesta universalidad de la presencia de imposturas en toda muestra combinada con una enumeración de las motivaciones de los impostores que declarar que las fuentes orales generan documentos falsos es ofensivo.
7. La afirmación de que los historiadores saben que la verdad objetiva o “real” no existe es, fuera de toda contextualización precisa, falsa. En todo caso no permite afirmar que las fuentes orales no generan documentos falsos. Hablar de documentos falsos o verdaderos implica, por otro lado, reconocer que la noción de verdad objetiva o real no carece por completo de significado. No se puede recurrir a la inexistencia de la verdad objetiva para negar la falsedad de un documento y referirse a ella cuando se pretende contar lo que pasó en Mauthausen, que es lo que usted hace o da a entender que hace.
En su artículo “La historia presente y la historia oral. Relaciones, balances y perspectivas” dice usted:
Con frecuencia he oído a los lectores de mi libro «Las Mayorías InvisibIes» decirme: «¡cómo te han mentido tus entrevistados!» Me lo dicen, claro, con un gesto condescendiente de superioridad. Tal vez no se dan cuenta de que vivimos sumergidos en la mentira y que la transparencia sólo es promesa de eternidad cuando, según la Biblia, veamos cara a cara la realidad esa externa que constituye el “sine qua non” del historiar tal como expuso ayer Bédarida; pero de momento la clave es formular la mejor interpretación de esa realidad porque en definitiva historiar es eso y no otra cosa.
Pareciera como si usted tuviera una visión religiosa del mundo en la cual la única verdad es la de Dios, y es como si ante ella la diferencia entre verdad y mentira terrenales se volviera desdeñable. En su mundo de relativismo exacerbado, Marco y Semprún se valen:
Cualquiera, desde Semprún hasta Marco, tiene derecho a vivir las imposturas que necesite, desee o escoja, ya que son ideadas y están dentro de las estructuras sociales en las que vivimos.
Bueno, yo, como docente, le digo a usted que no. Yo no acepto que el señor Marco invoque su derecho a vivir la impostura que necesite para mentir a mis alumnos y para jugar con sus sentimientos. Marco (…)consiguió que por primera vez el parlamento español llorara a las víctimas del Holocausto (…) ¿Y qué? ¿Las lágrimas de Chacón purifican la impostura? Aun cuando fuese bueno y santo que los diputados llorasen por los deportados, aun cuando esas lágrimas supusiesen algún progreso concreto, el que proviniesen de una impostura las seca retrospectivamente e impide que las otras, las verdaderas surjan algún día. La impostura de Marco prohíbe que se viertan lágrimas auténticas por los deportados en las Cortes.
Usted y Vargas Llosa consideran que Marco es necesariamente genial porque engañó a muchos. Olvidan ustedes otra posibilidad: Marco no es genial, su éxito se explica por los inverosímiles disfuncionamientos de la sociedad en que pudo prosperar.
Llego a la última frase de su libro (página 148), antes del epílogo:
Quienes entrevistamos guardamos los porqués de los testimonios de otros tiempos; nuestro objetivo no es repetir lo que se nos dice ni condenar a quien nos habla, nuestro oficio es ayudar a crear un discurso que permita otros futuros; historiar es comprender, interpretar, imaginar.
Confrontar esta declaración con el caso de Antonio Pastor Martínez me parece una buena manera de terminar esta carta. Usted entrevistó a Antonio Pastor Martínez; es ése un mérito que no parece que se le pueda retirar. Pero usted no guarda el porqué de su testimonio, cuya razón de ser, cuyo porqué, tiene poco que ver con el pasado o con Mauthausen y mucho con la manera imprudente en que usted ejerce la historia, que fue la que hizo posible su impostura (recordemos su frase ya citada: Y no hay que olvidar que un aspecto importante de las imposturas es que quien las convierte en verdad es la persona que las escucha). Usted repitió su testimonio, en el sentido en que lo reprodujo acríticamente, lo que permitió que pasara a integrar el MSDP, con el agravante de no enmendar su error. Usted no condena a Antonio Pastor Martínez, es cierto, pero lo absuelve, cuando disculpa a Marco: Cualquiera, desde Semprún hasta Marco, tiene derecho a vivir las imposturas que necesite, desee o escoja, ya que son ideadas y están dentro de las estructuras sociales en las que vivimos. Condenar y absolver son operaciones opuestas pero que comparten lo esencial, que es ejercer una valoración moral. Su oficio es ayudar a crear un discurso que permita crear otros futuros. Contribuyendo a la difusión del testimonio de Antonio Pastor Martínez, usted ayudó, en efecto, a crear otros mundos. Se difundió así, gracias a su trabajo, el mundo alternativo o paralelo de Antonio Pastor Martínez, un mundo que tiene muy poco que ver con el de la realidad histórica43 objetiva44. Usted no quiso comprender que Antonio Pastor Marínez le mentía, usted interpretó erróneamente sus palabras y sus silencios e imaginó que Antonio Pastor Martínez le decía la verdad, pero no mucho más.
1http://www.exilioydeportacion.com/impostura.pdf. No teniendo constancia de refutación alguna de este artículo, casi diez años después de su publicación, considero que las conclusiones de sus autores son aceptadas por la comunidad académica.
2De manera más general, considero que este trabajo se enmarca en las obligaciones que, para el docente francés, se derivan del Artículo L111-1 del Code de l’éducation : « Outre la transmission des connaissances, la Nation fixe comme mission première à l’école de faire partager aux élèves les valeurs de la République. ». Este artículo tiene su equivalente en la LOE que, en su artículo 1, confía al sistema educativo « La transmisión y puesta en práctica de valores que favorezcan la libertad personal, la responsabilidad, la ciudadanía democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia, así como que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación. »
3Usted lo recordará sin duda, dicho documental fue galardonado en la XVIII edición del premio 28 de febrero de radio y televisión de RTVE: http://www.fundacionava.org/?section=noticias&action=ficha&contentid=353
4Se trataría, por supuesto, de una extrapolación excesiva e injusta. Pero llama la atención y alarma el que, desde su profesión y desde su universidad, no se le hayan exigido explicaciones públicas sobre su error, sobre las implicaciones metodológicas del mismo y sobre su silencio ulterior.
5Digo “la impostura de Antonio Pastor” por comodidad, pero dicha expresión adolece de una ambigüedad que se ha de disipar. La impostura de Antonio Pastor es la impostura de quienes han permitido que la misma cobrara vida en la sociedad, no la de un anciano cuyos desvaríos fueron instrumentalizados. Dése tal significado a la expresión “la impostura de Antonio Pastor Martínez” en lo sucesivo de esta carta.
6http://blogs.canalsur.es/encuentros/2009/10/07/encuentro-digital-con-roberto-sanchez-benitez/
7http://www.exilioydeportacion.com/ideal2005-06-03.htm#remedios
8La señora Sánchez se niega a citar los nombres de los autores del artículo que revela la impostura, los aúna en la expresión “algún historiador” y declara que su nombre no merece mención : “algún historiador que no merece aquí mención de su nombre”.
9http://www.juntadeandalucia.es/educacion/vscripts/wbi/w/rec/3152.pdf
10http://www.parlamentodeandalucia.es/webdinamica/portal-web-parlamento/pdf.do?tipodoc=diario&id=13535
11No es necesario suponer que el señor Camacho conociese la impostura en el momento de pronunciar estas palabras para tipificar como orweliana la situación que prevalece desde el momento en que se tiene conocimiento de la impostura hasta hoy (en el supuesto, de que, como me lo hacen creer las búsquedas infructuosas que he efectuado en Internet, no se haya corregido el error). Alcanza con que, conociendo el señor Camacho la verdad -más tarde- no obrase para restablecerla. La verdad oficial de hoy, la que encuentra el ciudadano que acude a las instancias de control democráticas de la RTVA es que “Mauthausen, vivir para contarlo” es un magnífico documental que da inicio a una serie de documentales que ha permitido, además, rescatar, cuando no descubrir, acontecimientos, personas, historias, en definitiva, que el paso del tiempo había nublado de la conciencia colectiva de los andaluces y andaluzas, tergiversándolos a veces o dándoles una orientación distinta a la que realmente fue.
12El subrayado es mío.
13http://www.lbihs.at/BergerMauthQuant.pdf
14http://elpais.com/diario/2006/04/09/catalunya/1144544862_850215.html
15http://revistas.ucm.es/index.php/CHCO/article/view/CHCO9898110061A/7007
16Anexo II.
17Anexo III.
18Anexo V.
19http://revistas.ucm.es/index.php/HICS/article/viewFile/HICS0101110267A/19522
20http://pss.sagepub.com/content/early/2015/01/14/0956797614562862.full.pdf+html
21http://elpais.com/diario/2003/03/18/andalucia/1047943332_850215.html
22http://elpais.com/diario/2006/04/09/catalunya/1144544862_850215.html
24No tengo la impresión que dicho trabajo se suela efectuar. Me parece que a menudo se contentan los historiadores con ofrecer el relato bruto sin más, pero sugiriendo sin demostración la validez general del testimonio recogido.
25La suya, si no la ha modificado desde entonces, está descrita, fastuosa e incomprensiblemente, en una entrevista otorgada a un periodista de EL PAÍS, del 29 de noviembre de 1982:
« No se trata de utilizar únicamente la técnica de la entrevista », afirma la doctora Vilanova, « hay un trabajo previo enorme. Cuando hablamos con un protagonista, sólo se empieza a grabar cuando se tiene la seguridad de que lo que se dice es una cosa única. Es el momento que nosotros llamamos centro de gravedad vital de las personas. Antes de la entrevista, elaboramos una pantalla conceptual, sobre la que después proyectamos la entrevista. De esta proyección obtenemos lo que es colectivo y lo que es una individualidad. Luego se aplicará un análisis lingüístico a la estructura de la entrevista que nos permitirá eliminar muchos de los elementos subjetivos que pueda contener, controlando el error o la mentira ». http://elpais.com/diario/1982/11/29/cultura/407372407_850215.html . Analizo el artículo que contiene dicha declaración en la carta que dirijo a la señora Lola Galán, defensora del lector de dicho diario y que adjunto a la presente (ver los documentos anexos).
26Entre los alpinistas, según entiendo, se presume que quien ha alcanzado una cumbre no está mintiendo. Si se llega a la conclusión de que un alpinista ha mentido en un caso, se invierte la presunción, debiendo tenerse por no alcanzadas todas las cumbres reivindicadas por él. De manera análoga, la credibilidad de su obra resultará disminuida por la duda que albergarán sus lectores sobre los demás testimonios, a los que usted debe de haber aplicado la misma metodología que le impidió detectar la impostura de Antonio Pastor. Esta analogía es, sin embargo, imperfecta. Para hacerla más conforme con lo que pasó en su caso, tendríamos que imaginar que nuestro alpinista hubiera creído sinceramente haber alcanzado la cumbre, que después hubiera recibido la información de su error y que hubiera omitido informar pública y completamente del mismo. La mentira del optimista residiría en haberse abstenido de restablecer la verdad. Lo que resta credibilidad a su obra es, sobre todo, no haber restablecido, en el caso de Antonio Pastor Martínez, pública y completamente la verdad.
27Ver anexo I.
28Vuelvo a leer esta carta, antes de mandársela y descubro algo que no había entendido y que acrecienta la envergadura de su obra. Usted no sólo nos revela la verdad, no sólo lo hace a partir de unos testimonios y de la introspección imaginativa, sino que además, sin muletas ni nada, pero con generosidad, se interesa usted por nosotros y busca entender por qué no vemos o no podemos ver la verdad que usted vio.
29La creación artificial de un relato coherente de la propia biografía, que en nuestra jerga denominamos historia de vida, es la convicción de que todos tenemos derecho a la autobiografía. (su artículo antecitado). Digo “o autoficción” porque pienso que, para usted, la diferencia entre la realidad y la ficción no es muy importante. Esta suposición se sustenta en la manera en que usted trató el caso de Antonio Pastor.
30Mercedes Vilanova, “Mauthausen, después”, Madrid, Cátedra, 2014.
31http://sebastiannowenstein.blog.lemonde.fr/
32http://elpais.com/diario/1982/11/29/cultura/407372407_850215.html
33Una manera de explicar el contraste entre las preocupaciones metodológicas que aparecen en sus declaraciones a EL PAÍS y el contenido de su artículo podría ser que usted considera que las consideraciones metodológicas se vuelven rápidamente estériles, pero que de cara a la opinión pública es oportuno que haga como si las integrase rigurosamente en su trabajo. La imprecisión de las explicaciones que da usted al periodista refuerzan esta impresión, porque éstas no permiten saber cómo procede usted; lo único que hace, en efecto, es referirse a conceptos vagos y a técnicas indefinidas : centro de gravedad vital, pantalla conceptual sobre la que se proyecta la entrevista, análisis lingüístico de la estructura de la misma, etc.
34Observo que no menciona usted lo inimaginable: el testigo miente, el testigo se equivoca, el testigo le cuenta al investigador lo que éste quiere escuchar, el testigo cuenta lo que la sociedad, su familia o cualquier otro grupo quiere oír.
35Nada sabremos sobre los dones que permiten a los especialistas de las fuentes orales hacer hablar a gestos y silencios. O, si no son dones, sobre la preparación que confiere dicha habilidad. O de la manera en que la universidad se asegura de que los egresados de sus aulas la poseen. Si hiciera usted públicas estas cosas, tal vez se pudiera identificar lo que dio lugar al error cometido con Pastor Martínez.
37No se me ocurriría reprocharle esa empatía, un sentimiento sin el cual viviríamos en un mundo implacable. Lo haré tanto menos cuando yo me he encontrado en una situación que presenta ciertas -lejanas- similitudes con la de usted y que me hizo comprobar hasta qué punto puede ser difícil cuestionar el relato de un antiguo deportado. El día en que yo empecé a trabajar sobre el caso de Enric Marco con mis alumnos, dos de ellos llegaron tarde, con veinte minutos de retraso, a mi clase. Sorprendido, les pedí que me explicasen su llegada tardía. Habían estado escuchando el testimonio de… un antiguo deportado. El que yo estuviese hablando del caso de un falso deportado, cuando otro, uno auténtico, contaba sus sufrimientos a mis alumnos en un aula cercana me produjo malestar. El simple hecho de que por asociaciones de ideas sin fundamento pero posibles se pudiese poner en duda la palabra de aquel anciano que, generosa y cívicamente, consentía en rememorar sus recuerdos me desasosegó. Insistí ante mis alumnos en que el problema de los falsos testimonios era que podían desacreditar a los auténticos ante un público poco informado y en que el falso testimonio de un deportado demostraba, tal vez, la impericia de aquellos que no lo habían desenmascarado pero no cuestionaba la realidad de unos hechos más que suficiente y rigurosamente probados. Conversé sobre la cuestión con mis compañeros de historia. Durante unos segundos, barajé la posibilidad de evocar la cuestión de la impostura con el antiguo deportado. Rechacé , de manera visceral, tal posibilidad, avergonzándome incluso de haberla concebido. Me era imposible someter dicha cuestión a nuestro visitante. Esto me llevó a reflexionar sobre la oportunidad de recurrir al testimonio bruto en la escuela, pero no es éste el lugar para explayarme sobre el asunto. Lo único que quiero decirle es que entiendo el extremo malestar que cualquier ser humano experimenta o experimentaría al poner en duda la autenticidad de los sufrimientos sin nombre de alguien. Yo creo que, sin rechazar esos sentimientos perfectamente humanos, tenemos que ser conscientes de que nos determinan y de que no siempre nos conducen a una indagación racional de la realidad.
38La singularidad de la narración religiosa reside, a mi modesto entender, en la multiplicación de matrices narrativas y en el suscitar entre los fieles el deseo ardiente de que lo divino se actualice en su vida. Se provee el marco narrativo y el deseo ardiente de la epifanía, y la virgen, por supuesto, en un momento o en otro, acaba apareciendo. Los mitos sociales funcionan de manera un poco análoga, todos deseamos que el torbellino de la narración social prevalente se arremoline en nosotros; lo deseamos con tanto ardor que al final la epifanía adviene. En este sentido, la “imaginación” no es siempre buena consejera ; al contrario el rigor y la sobria terquedad de un Bermejo son mejores garantías contra la exaltación que, a veces, transforma a los historiadores en papagayos.
39Tengo que encontrar un texto de neurobiología que desmitifique la imaginación, pero no creo que tenga tiempo de hacerlo antes de la publicación de esta carta.
40No encuentro en los -escasos- textos que he leído hasta ahora sobre las fuentes orales voluntad alguna de incorporar los avances de la ciencia sobre la cuestión de la memoria y sobre las maneras de estimar su fiabilidad.
41En la página 40 de su libro, se dice que las entrevistas que se citan han sido publicadas, pero no encuentro en la bibliografía ninguna referencia explícita a las mismas. ¿Tal vez lo hayan sido en el MSRP?
42“Por favor, déjame algo…” dice Marco a Cercas en El Impostor. Es como si usted dijera: “Por favor, dejémonos algo…”
43 Dicen Bermejo y Checa :
¿Cómo es posible que este supuesto testimonio no haya planteado serias dudas a los responsables de este proyecto ¿Cómo ha terminado este falso documento siendo presentado como auténtico?.
En esta entrevista se repiten los elementos habituales en el discurso de APM. Hemos de insistir en que se trata de un discurso lleno de vaguedades, incoherencias internas, de errores muy evidentes en lo que respecta a la realidad histórica del exilio republicano español y la deportación, de afirmaciones que contradicen incluso datos básicos sobre el período de la Segunda Guerra Mundial, y de otros muchos elementos aquí mencionados.
44No he olvidado que, siendo usted historiadora, sabe que la verdad objetiva, “real”, no existe. Pero ya he señalado que, sin temor de la contradicción, usted entiende contar lo que pasó.