Para comentar esta noción, vamos a recurrir a los documentos siguientes :
Carta desde la cárcel, El indigno, El evangelio según Marcos, Continuidad en los parques y Chac Mool.
En Carta desde la cárcel, tenemos dos espacios fundamentales : el de la cárcel y el del mundo exterior. Pero a su vez, el mundo exterior se divide en dos: el de España, lugar donde impera una dictadura, donde la prensa no cuenta la verdad, y el de fuera de España, donde se halla Juan, rodeado de familias chilenas o vietnamitas (digo fuera de España porque en aquella época no había inmigración chilena o vietnamita en España). La carta de Eva Forest sale de la cárcel, atraviesa España y llega hasta el país donde se halla Juan. Esta carta parece tener por objeto principal tranquilizar a su familia y transmitirle el amor que la autora siente por ella. Pero esta carta también es un desafío para los represores: la cárcel no puede doblegarla y no podrá acallar su energía vital o su sed de justicia. Y si tenemos en cuenta que la carta ha sido publicada, observamos que esta misiva de amor materno alentará a la familia extensa de Eva Forest, su familia política, la de aquéllos que comparten sus valores. Así pues, esta carta conecta diferentes espacios y genera entre ellos unos intercambios que serán más de choque y conflicto que de pacífico y mutuo enriquecimiento.
En El Indigno vemos que hay o puede haber en los barrios unas fronteras que separan diferentes espacios y que franquearlas no es algo anodino: el barbudo que entra en el almacen de Ferrari debe abandonarlo ante las amenazas de éste, dos mujeres que pasean sin la compañía de un hombre son insultadas. Pero también vemos que en un mismo espacio cohabitan comunidades diferentes, con sus reglas y fidelidades, vemos que en un mismo espacio pueden cruzarse comunidades más determinadas por su historia que por el espacio común que ocupan. Santiago, pequeño argentino, acaso paradigma de una Argentina en ciernes, se encuentra, vacilante, entre sus diferentes identidades, entre los diferentes espacios simbólicos a los que pertenece, en medio de un espacio que no ha conseguido dotarse con una sociedad unificada. En un solo lugar, en la vasta Argentina de los años 30, poblada de inmigrantes de los cuatro rincones de la tierra, coexisten espacios simbólicos que los determinan, espacios que son los de sus lugares de origen.
El evangelio según Marcos nos presenta un conflicto recurrente en las letras latinoamericanas, el que surge del enfrentamiento entre civilización y barbarie. La civilización es en general lo europeo y lo urbano ; la barbarie, lo indígena, lo del desierto, lo del espacio inhabitado (o habitado por indígenas, que muchas veces en la literatura del siglo XIX será como decir nadie). En nuestro texto, la civilización la encarna Baltasar Espinosa, la barbarie los Gutres, que son, cierto, de origen europeo pero que se han cruzado, como dice el texto, con indios. Ahora bien, el texto de Borges no se limita a la dicotomía reductora que hemos señalado. Hay posibilidades de evolución, que se ponen en marcha parsimoniosamente, pero que resultarán truncadas al final a causa de la incapacidad de los Gutres de distinguir realidad y ficción, a causa de su incapacidad de interpretar la parábola bíblica. El espacio de la barbarie viene a ser eso: el de un lugar en que el hombre está solo, en que no existen intermediarios capaces de domesticar la ficción para que no se la tome al pie de la letra. Aquí, pues, el contacto entre los dos espacios será un fracaso y el intercambio se sellará no por un enriquecimiento mutuo sino por la supresión del otro, devenido en mero instrumento de regulación del nivel de las aguas.
Continuidad en los parques viene a reflejar algo de lo que decíamos en nuestro comentario anterior: la permeabilidad entre el espacio de la ficción y el de la realidad. Los Gutres, en El evangelio según Marcos, se hallaban en la imposibilidad de distinguir una parábola y unas instrucciones para salvar a la humanidad o hacer bajar el nivel de las aguas. Aquí, en este relato, tan emblemático de la literatura fantástica rioplatense y de las temáticas de Cortázar (ver ), realidad y ficción se mezclan realmente. El lector está al mismo tiempo dentro y fuera, en el espacio del libro y fuera de él. La confusión no proviene de una limitación intelectual, sino del hecho de que la realidad es así, de que en ella se puede navegar entre el espacio del mundo físico y el espacio del mundo soñado. Ahora bien, como en El evangelio, esta coexistencia entre mundos incompatibles, entre mundos que no pueden ocupar el mismo espacio, se resolverá con un asesinato, con la supresión de aquél que imprudentemente se hallará en ese improbable cruce de caminos. Observemos que Alejo Carpentier daba al escritor latinoamericano la misión de dar la palabra a un mundo sin voz. Más que en mundos con una mayor continuidad en la historia, el escritor latinoamericano ha podido tener la impresión que lo que él escribiera se encarnaría en realidad. O por lo menos, nosotros, lectores, podemos tener la impresión de que, más que en otros ámbitos, el escritor latinoamericano ha podido jugar con esta temática.
Chac Mool nos remite al cara a cara que se ha producido en México entre cultura azteca y occidental. En este relato, el mundo azteca se niega a ocupar el espacio que se le asigna, el de pieza folclórica que un coleccionista privado instala en un sótano sin luz, y se rebela para hacer del coleccionista su sirviente. Pero la venganza no es gloriosa, sino patética o esperpéntica. La estatua cobrará vida, pero el resultado no estará a la altura del glorioso pasado, sino que tomará la forma de un indio maquillado, cruel y grotesco que busca un espacio donde existir en un mundo que irremediablemente ha dejado de ser el suyo. Y para ese indio nosotros tampoco tenemos lugar: se trata de un ser repulsivo, dirá Carlos Fuentes, que nos está avisando que la sublevación del oprimido puede irrumpir en nuestro espacio de lectores con rostros repugnantes que nos repelen y nos impiden encontrar un terreno común, un terreno de intercambio.
Observemos asimismo que este texto comparte con El evangelio el tema de la degeneración de criaturas que surgen de espacios relegados, de siglos de sueño y de olvido, lejos de la civilización.
Y terminemos señalando que, como en Continuidad en los parques, la realidad parece escaparse del texto, de las páginas del diario de Filiberto, haciendo que la locura de éste se vuelva la realidad del amigo. Y de hecho, no sabemos si el indio existe o si el amigo, al penetrar en la lóbrega mansión no ha sido ganado por una peculiar locura que este espacio parece generar. La mano de Carlos Fuentes surge de estas páginas para tendernos la pluma para invitarnos a terminar su relato, para que elijamos entre el indio redivivo y la casa enloquecedora… o para que lo dejemos así, como flotando entre dos aguas. Pero nosotros, lectores decidimos. Y al darnos ese poder ya comete la transgresión: sale de su espacio e irrumpe en el nuestro.