Mitos y héroes
El señor presidente, En el despacho del dictador, Carta desde la cárcel, dibujo de Quino, hombres prehistóricos, Martín Fierro, El indigno, El evangelio según Marcos.
En El señor presidente hemos seleccionado como figura del héroe a la sirvienta, que, fuera del pobre viejito, tan humano en su miedo visceral y resignado, se comporta como un ser humano en un mundo despiadado donde prevalece la violencia. La sirvienta se muestra heroica, pues se permite salir de su papel para recordarle al presidente el hecho elemental de que la muerte del viejecito es algo horrible. Hemos señalado también que en regímenes absolutamente despóticos, se ejerce la violencia no sólo porque el dictador es omnipotente, sino también para hacer reinar el terror en la población. En este sentido, la muerte arbitraria de un inocente, el castigo imprevisible que sufre, sirven para crear un clima de miedo que magnifica el poder del presidente. El cuerpo del viejecito no es sólo el de una víctima, es el espacio que sirve para que se inscriba el poder total del presidente, o el mito del poder total del presidente.
En el despacho del dictador nos muestra un mito, el de la mirada taladrante de Trujillo, del que es víctima el teniente Guerrero. La mirada de Trujillo, esa mirada a la que desde la más tierna se infancia se explica a los dominicanos que es imposible resistir, es un instrumento de poder, una manera de ejercer la dominación. Se trata de un mito que tiene por función sugerir la excepcionalidad del dictador y de suscitar en la población admiración y adoración hacia el que la ostenta. ¿Podemos encontrar algún héroe aquí, entre este dictador manipulador y ese teniente tan sumiso, casi de serlo? En un sentido, el comportamiento del teniente es heroico, pues renuncia al amor para cumplir con su deber. Para nosotros, por supuesto, no lo es, porque el deber del que hablamos no es servir a la patria, a la nación o a la sociedad sino colaborar con quien la oprime. Pero pongámonos un segundo en el lugar de un adicto del régimen, o incluso en el del teniente mismo : para ellos el comportamiento de Guerrero es efectivamente heroico en el sentido en que renuncia a su felicidad personal por una causa más elevada. Hoy, en general, nosotros consideramos que no se le puede pedir a nadie que renuncie al amor, consideramos que hay cosas de la esfera personal que no pueden instrumentalizarse, que son sagradas de algún modo. Y tendremos tendencia a ver a Guerrero más como un estúpido despreciable que no merece el amor de Luisa que como un héroe. Lo que nos permite entender que los héroes absolutos no existen y que el que alguien sea categorizado o no como un héroe dependerá de los valores con que se estime o evalúe su hazaña. O de los mitos que imperen en cada momento : para quienes comulguen con el mito de un Trujillo admirable y omnisciente (sabe lo que es bueno para el teniente, como éste mismo se dice a sí mismo), Gurerrero es un héroe. Para nosotros no. Y nosotros, si queremos buscar un héroe en este texto, lo encontraremos en la persona del hermano de Luisa, el subversivo que resistiera al gobierno dictatorial de Trujillo, aquél sobre quien la mirada taladrante de Trujillo ha perdido todo poder.
Carta desde la cárcel. Una mujer víctima de la dictadura franquista, encerrada en una cárcel, que escribe a sus hijos para darles ánimo refiriéndose a valores humanista y dándoles el ejemplo de su valentía y entereza es, q¿ué duda cabe?, una heroína. El retrato es tan perfecto que entronca con el mito más genérico, universal, del luchador heroico por la libertad, tan fuerte que hasta puede ser feliz en las más adversas condiciones, tan convencido que ningún castigo puede hacer mella en él. Este combatiente es inalcanzable, es inexpugnable y su ejemplo desmoraliza al represor y alienta a sus hermanos de lucha. Inevitablemente, tras leer estas líneas nos preguntamos si Eva Forest era realmente así o si esta carta tenía por objetivo dar vida al mito, permitirle a éste que se encarnase en la persona de Eva Forest. Ahora bien, esforzarse por corresponder a un mito admirable, puede decirse que es, en sí, heroico. En todo caso, el mito de una Eva Forest infinitamente heroica tiene diferentes públicos : el de sus hijos, por supuesto. Pero también el del sistema represor del franquismo (que leerá estas cartas o bien porque controla la correspondencia de los prisioneros o bien porque le llegarán tras su publicación), al que la autora desafía y al que busca desmoralizar. Un tercer público viene a ser el de la familia extensa de Eva Forest, la constituida por sus compañeros de lucha. Lo que vemos aquí es que los mitos pueden ser negativos o positivos : el del opositor incansable alienta al compañero de lucha y desmoraliza al adversario.
El dibujo de Quino nos muestra un héroe, el hombre que no calla, el hombre que dice la verdad cualesquiera que sean las consecuencias. También nos muestra la construcción de un mito : antes de llegar a convencer a la gente de que un Trujillo tiene una mirada taladrante e imposible de soportar hay que disuadir a todos aquéllos que piensan lo contrario que lo manifiesten. Es decir, que en el dibujo estamos en lo que podría ser un estadio previo de lo que vemos en el texto de Vargas Llosa, un estadio que se acerca más a lo que observamos en El señor presidente. Lo que este texto nos sugiere con crudeza y humor es que detrás de todo mito político hay violencia, o que el mismo no puede existir sin la violencia : un mito que no se sustenta en el miedo acabaría por desmoronarse, víctima de nuestro escepticismo, de nuestra incredulidad, de nuestros sarcasmos.
El fragmento del Martín Fierro nos vuelve a mostrar la relatividad de la noción de héroe. Cruz es un héroe, porque es valiente, porque se pone del lado del débil, porque es capaz de arriesgar su propia vida. Pero Cruz es un miserable, un vanidoso enamorado de la imagen que dará de él el acto heroico al que se lanza. Cruz hace prevalecer la ética de la valentía sobre la misión que la sociedad le ha confiado de defenderla de los delincuentes. Otro pero : la sociedad en la que se hallan Cruz y Fierro es una sociedad injusta, en que la policía está al servicio de los poderosos y no de la sociedad y en la cual el hombre justo ha de refugiarse en valores toscos y elementales, como el de ser valiente, como el de defender al más débil. Una vez más, héroes y mitos son indisociables : según los mitos en los que creamos, Cruz será un héroe o un villano.
“Carlyle ha escrito que los hombres necesitan héroes”, dice Santiago Fischbein, en El Indigno. En este texto, Santiago sitúa primero en Ferrari la necesidad de que habla Carlyle. Pero el héroe de carne y hueso caerá cuando choque con el mito superior y abstracto de una sociedad justa y del respeto de la ley. Y este mito se desmoronará a su vez a causa de la insuficiencia y ruindad de quienes tienen que darle vida, los agentes de policía que se burlan del civismo de Santiago y se comportan como vulgares delincuentes. En cierto sentido, esta historia le hace eco al poema estudiado anteriormente. Santiago no consentirá que un valiente vulnere la ley (Cruz, lo recordamos, decía . En los dos casos, sin embargo, la inexistencia de un marco ético y legal firme y honesto condena a los individuos a actos que serán heroicos para unos y miserables para otros, según los mitos que se haya elegido, y que vienen a ser para nosotros una mezcla incómoda de los dos. Quizás, lo que le podamos pedir a una sociedad bien organizada sea que nos permita ser mediocres, ni héroes, ni criminales, una sociedad que recurra lo menos posible al mito.
Una última observación, una matización. El texto es ambiguo. La consonancia judía del dueño de la fábrica nos lleva a preguntarnos si Santiago denuncia a Ferrari porque siente la obligación moral de defender la ley o si lo hace para defender a un miembro de su comunidad. Sin embargo, aun así, cabe la posibilidad de otorgar una forma de heroísmo a Santiago : los valores encarnados por Weidemann son valores honestos, de trabajo y esfuerzo ; los encarnados por Ferrari, son poco favorables al desarrollo de una sociedad evolucionada. La fidelidad a Weidemann es abstracta, la fidelidad a Ferrari concreta y física, no muy alejada del amor, como dice el mismo Santiago en el texto. ¿Qué mitos hemos de preferir? ¿El concreto y elemental de la amistad y del amor? ¿O los desencarnados y abstractos? Quizás la respuesta se halle en la cruel desventura del teniente Guerrero : a cada espacio su mito, los políticos deben primar en el ámbito de lo social, mientras que en lo íntimo ha de campear la verdad irreductible de los sentimientos. El drama de Santiago y de Ferrari proviene del choque entre ambos espacios.
El evangelio según Marcos es la irrupción temible de un mito donde no tiene que estar, de un mito que surge entre gente que no lo puede manejar, que no lo puede entender porque no puede entender lo que es un mito. Para los Gutres, el mito del evangelio según Marcos es una herramienta para resolver un problema de campo, no una parábola. En este texto tenemos un mito sin héroe que lo encarne y que acaba recayendo en las pobres espaldas de Baltasar Espinosa, un héroe equivocado, un muchacho modesto que no parecía muy destinado a transformarse en Jesucristo. El mito, nos viene a decir Borges, cuando no se lo entiende, cuando no se lo puede descifrar, se vuelve un tirano intratable que exige su sacrificio de héroes.