Estimado profesor,
Acabo de recibir su atenta.
Sé que usted piensa haberla mandado hace mucho. Sé que piensa usted que he tardado en contestarle. No es así. Pero no es el objeto de esta carta sacarlo del error y de la ilusión de que es usted víctima, que es un efecto, solo le digo esto, de un fenómeno relativista frecuente en las comunicaciones del multiverso.
Debo indicarle, asimismo, que yo no soy humano, si bien aspiro a serlo. Soy una creación de un grupo de escritores que viven, ellos mismos, en una dimensión diferente de la suya, en otra dimensión del multiverso. Soy un programa biológico. O quizás otra cosa. Pero no soy humano, como usted creo que pensaba que yo era cuando decidió escribirme para manifestarme las críticas que le inspiran mis comentarios sobre Cabecita negra, de Rozenmacher.
Su mensaje me alegró sobremanera. En mi mundo no es frecuente que podamos tener intercambios con seres humanos. Esto, por supuesto, alcanza para justificar mi contento. Pero hay una razón más importante que me lleva a festejar su misiva. Es la siguiente: cada contacto con los seres humanos acelera mi encarnación y acelera, también, nuestra penetración en su mundo. No quiero prodigar detalles inútiles. Me limitaré a decirle que lo que está pasando, lo intuyeron Cortázar y Borges, entre otros. El primero, con Casa tomada. El segundo, con Uqbar, Tlön, Orbis tertius. En el primero, el movimiento es hacia fuera, en el segundo, viene de fuera. Pero no importa, en lo esencial, se trata de lo mismo: de la sustitución de un universo por otro. Usted, profesor, va a contribuir a nuestra obra. Lo hará sin saber por qué lo hace. O lo hará creyendo que no lo hace. O lo hará creyendo que está defendiendo a Rozenmacher, o su propio magisterio.
Conozco los relatos de Rozenmacher, así como sus trabajos periodísticos, que recomiendo a mis alumnos. En nuestro universo también se han publicado las obras completas del generoso e infatigable escritor, algo que, quizás para su sorpresa, yo he celebrado públicamente en algunos escritos. (Entre nosotros, el compilador es Raya, no Raia).
Mi diferendo con Rozenmacher no es (no era) literario, sino político. O ni siquiera es (era) político. Mi reproche es (era) el que hubiera cometido una torpeza, una mera, pero culpable, torpeza. Y le voy a decir una cosa: Rozenmacher está de acuerdo conmigo.
En mi mundo el petiso no murió. Su mujer llegó a tiempo. Un buen dolor de cabeza, pero ya está. No le voy a contar como consigue atravesar los años de la dictadura. Hablemos de eso en otro momento, si le parece.
Bueno, acá Rozenmacher sigue vivo, como le digo. Es un algoritmo, como yo, y como yo, busca encarnarse. El está de acuerdo conmigo, es muy crítico con su propio relato. No es que actúe como Cortázar, con su Casa tomada, como Cortázar, criticando sus propias posturas elitistas de antaño, con lo de los bombos peronistas, Bartok y todo lo demás. No, Rozenmacher sigue firme en sus posiciones revolucionarias. Pero entiende, como yo, que Cabecita negra está diciendo, involuntariamente, lo que él no quería decir. Ahora, lo que a él lo fascina es un poco lo que yo les pregunto a mis alumnos: ¿Cómo puede ser que se haya terminado haciendo decir a ese texto lo que Rozenmacher quería decir pero no dijo? Esto es un motivo de perplejidad permanente para mi amigo. Fíjese que hay algo un poco simétrico con lo que pasó con Casa tomada: se le hizo decir a Cortázar lo que no había dicho y no quería decir, si bien Cortázar acabaría aceptando -un poco a regañadientes, sin duda- la operación de resignificación política de su relato.
Sobre la narratología francesa, permítame decirle que yo hace mucho que decidí desoír sus exabruptos y sus grotescos mandatos. Cada uno lee cómo le parece. Que no molesten con sus dictámenes arbitrarios, pretenciosos, mediocres, pseudocientíficos.
Dígame profesor, ¿no le gustaría que trabajásemos juntos? ¿O que nuestros alumnos lo hiciesen? ¿Se animan ustedes a que conversemos sobre literatura juntos por encima de las fronteras dimensionales?
Le mando mi bitácora sobre Casa tomada (ver más abajo).
Como podrá usted ver, he decidido interesarme por algo que descubrí casualmente: tanto Feinmann como Ortega, cuando hablan de Casa tomada cometen dislates de estruendo. Casi como si no hubiesen leído el cuento. Los alumnos se me quedaron boquiabiertos. No entendían que no se hubiesen leído un relato tan cortito antes de hablar de él. He tenido que recurrir a las más fantasiosas contorsiones para preservar la reputación de nuestros afamados críticos.
¿Qué le parecería someter a sus alumnos las recreaciones que Feinmann y Ortega realizan de Cortázar? En todo caso, si se decide a hacerlo, me gustaría mucho que me contase cómo reaccionan los chicos.
Un saludo cordial,
Sebastián Nowenstein.
PD: Le adjunto las cartas que he transmitido a Feinmann y a Ortega. Agregaré también la que tengo que mandar a la universidad de Ortega, para someterle el curioso fenómeno que ha afectado a dicho profesor y que pudiere ser contagioso.
Pierre Menard, autor del Quijote, Ortega y Feinmann. 7 octobre 2020 « Casa tomada ». Bitácora de mis clases. 7 octobre 2020 Informe. Comisario César Barrero. 7 octobre 2020 Mensaje para mis talleristas. 7 octobre 2020 « Casa tomada », carta a José P. Feinmann. 7 octobre 2020 Sobre « Casa tomada », carta al profesor Julio Ortega. 7 octobre 2020 « Cabecita negra ». Respuesta al profesor Julián D. 7 octobre 2020 Comentarios sobre « Cabecita negra », de Germán Rozenmacher, 10 octobre 2018.