Quiero dejar constancia de una sucesión de eventos que me preocupa.
El lunes, en un español vacilante, un alumno, lo llamaré R, me explicó que las maras habían robado el artículo 152 de la Constitución salvadoreña. Con un tono irónico que no tardé en reprocharme, le contesté que era aquello algo imposible, que siendo la Constitución una suerte de libro y estando el mismo reproducido en innúmeros ejemplares, parecía imposible robar un artículo. Se daba, agregué, la circunstancia sobreañadida de que el artículo en sí mismo era algo inmaterial y que se podía quizás borrar o suprimir su plasmación escrita, pero no sustraer o hurtar el artículo mismo.
Algo hosco, R., abandonando el español para defenderse con mayor eficacia, me contestó: C’est ce que j’avais compris. Sí, le contesté, claro, fue lo que entendiste y, tal vez mi explicación no haya sido muy clara, pero lo que me dices no es posible, lo entiendes, ¿verdad ? Sí, dijo, somero, con una voz como ronca.
Pensé que mi alumno seguía sintiendo apego por aquellas líneas que había urdido con aplicación y con la ayuda de Google. La certidumbre de que el traductor automático propondría una frase correcta imperaba aun; lo que decía Google no podía ser falso del todo y merecía una buena nota.
He consignado lo ocurrido con lo mejor que he podido, pero la transcripción que acabo de hacer no es literal. Esto, sin embargo, no creo que importe mucho ahora.
Al día siguiente, un martes, me levanté temprano y abrí el ordenador.
Me conecté a El Heraldo, como lo hago todas las mañanas desde que trabajo sobre El Salvador. Sí, trabajo sobre El Salvador. Soy profesor de español en Francia y trabajo en estos momentos sobre El Salvador, porque así lo he decidido. En Francia, los docentes gozamos de una extensa liberté pédagogique. La mayor parte de mis compañeros trabaja sobre España y, de vez en cuando, sobre algún país de América Latina, que no suele ser El Salvador. Los alumnos, lo reconozco, están empezando a impacientarse y ya estaba preparándome para orientarme hacia otra cosa, cuando se produjo un segundo evento y ahora no sé si voy a poder cambiar de zona geográfica, de país o de tema. Cuento lo que pasó.
Me puse los audios de Marroquín1 y empecé a escuchar. Quiero familiarizarme con el hablar de los delincuentes, quiero poder entenderlo como entiendo el de las calles porteñas o el de las Tres mil viviendas de la provincia de Sevilla, lugares donde he vivido o trabajado. Encontré los habituales brother, loco, hermano, viejo, Batman. Pero pronto entendí que no estaba escuchando lo mismo que otras mañanas. Aprieto el botón de pausa, examino el artículo que contiene los audios, pero nada parece salir de lo habitual. Me digo que estoy aun adormilado. Tomo un trago de té verde, que es lo que bebo desde que el médico me desaconsejó el café y desde que, por desconfianza hacia la agricultura argentina, dejé de tomar mate.
La voz es la de Marroquín, pero no reconozco a su interlocutor. Nos lo tienen que entregar, Batman es intratable sobre el tema. No es negociable. La voz es la de Marroquín, no me cabe duda, si bien me suena algo gangosa y cansina; es como si viniera de lejos, me digo.
Copio el enlace y lo abro con otro navegador. Ahora los audios son los de siempre, los que prueban las negociaciones entre el régimen de Boquete y las maras, los que prueban que la matanza la desencadenó la mara Salvatrucha como represalia ante lo que consideró una traición de Batman, vale decir de Boquete, el presidente del país.
Vuelvo a la otra ventana y escucho los audios desconocidos, que descargo en el disco duro de mi ordenador.
El jueves, después de la clase, le digo a R que quiero hablar con él unos segundos. R, entre intrigado e impaciente por reunirse con los compañeros que lo esperan en el pasillo, se acerca a mi escritorio. Quería pedirte que me disculparas si durante la clase del lunes empleé un tono inapropiado al comentar tu trabajo… Más extrañado que ofendido por mi insistencia, R me repite que lo único que había hecho había sido escribir unas frases en francés a partir de lo que había entendido de mis explicaciones para después traducirlas con Google. Mis clases eran demasiado difíciles, me dijo no sin hostilidad. Nadie entendía nada, así que debían recurrir al traductor de Google para hacer los deberes que yo les pedía, que también eran demasiado arduos. Mis alumnos, lo deploro, se menosprecian, o fingen hacerlo. Le contesté a R que tal vez los trabajos propuestos no careciesen de dificultad, pero que yo no pedía una realización perfecta de las tareas, sino el compromiso serio de realizarlas lo mejor posible. Orientar la conversación hacia la relación entre profesor y alumno fue para mí una escapatoria bienvenida que, pensé, tal vez borrase de la memoria de R mi insistencia inicial en inquirir sobre una respuesta rápida a un trabajo sin importancia.
R me pareció sincero. Sobre todo, su trayectoria y su pasado escolar avalaban su versión: yo nunca había visto a R prodigar esfuerzos excesivos. Era inconcebible que hubiese encontrado una versión escondida de los audios de Marroquín, que los hubiese escuchado cuidadosamente y que hubiese deducido de unos intercambios crípticos que Batman-Boquete exigía que la mara SalvaBarrio le hiciese entrega del artículo 152 de la Constitución salvadoreña. Pensé, con vértigo, que, al lado de la trama de acontecimientos que se deducía de los audios de Marroquín, que me había tocado en suerte escuchar, la explicación de La Hoya de que el artículo 152 había permanecido escondido durante 39 años era casi realista, aunque solo fuese por su límpida sobriedad, por lo escueto de las palabras con que el vicepresidente la había formulado.
He perdido el sueño. He realizado pesquisas infinitas. He aquí los hechos que he conseguido establecer.
- En diferentes puntos de la región norteña de Hauts-de-France, cercana a la frontera belga, aparecen menciones, en redacciones escolares, de cierto artículo 152, sin que los alumnos, con significativa y cándida coherencia, puedan explicar por qué.
- El fenómeno es estadísticamente más significativo allende las fronteras francesas, en Bélgica y Holanda, siendo así que parece irradiar a partir del puerto de Amberes.
- Aparecen numerosas alusiones al artículo 152 en las conversaciones de los narcotraficantes reveladas después de que las policías francesa y neerlandesa consiguieran descifrar el sistema de telefonía EncroChat, en el que dichos narcotraficantes tenían una confianza ciega.
- Las autoridades, en un principio, piensan que el sintagma artículo 152 es el nombre de código de una droga.
- Se trataría, piensan los investigadores, de una sustancia anodina que, modificada químicamente, puede, con facilidad, transformarse en otra capaz de alterar la conciencia del usuario.
- Durante los interrogatorios, los detenidos declaran unánimemente que no, que el artículo 152 es meramente el artículo 152, un artículo de la Constitución salvadoreña.
El vicepresidente La Hoya inauguró una era de interpretaciones en derecho constitucional que todos creímos fantásticas y que, tal vez, solo hayan sido aviso y advertencia de lo por venir. No quiero escribir lo que entreveo, no quiero reforzar con mis pesadillas la fuerza de lo que se avecina. Solo diré lo que ya se sabe: escondido y olvidado, el artículo 152 ha mutado y es capaz de introducirse en las mentes de las gentes sin que estas lo adviertan. Es capaz de hacerlo por medios desconocidos, sin el vehículo usual en el que estaba inserto, habiendo roto las cadenas que en él lo retenían. Conscientes de un poder que no entienden plenamente, fascinadas por él, las mafias internacionales intentan usarlo en su beneficio. Atribuyo a la fuerza del 152 mutante el desmoronamiento y corrupción del Estado neerlandés que hechos recientes indican que ya ha empezado. Amenazada por la mafia, la princesa se oculta, así como el ministro de la justicia y su familia. El autoritarismo y el desprecio por el derecho se extienden de manera ya acaso inexorable. El autoritarismo y el desarrollo de las mafias son las dos caras de la misma moneda. Esto es algo que también sabemos desde hace mucho.
¿Por qué en el Salvador? ¿Por qué bajo la presidencia de Boquete?
Boquete es insignificante, Boquete es irrelevante. Boquete es el vehículo carnal del que se ha dotado el 152 mutante para existir.
Pero, ¿es culpable?, se preguntan muchos. La pregunta, ahora, carece de sentido.