En julio de 2023, la editorial Planeta decidía a último momento anular la publicación de Costa Nostra, de la periodista colombiana Laura Ardila. El libro, empero, terminaría, tras una reacción vigorosa de la opinión pública colombiana, siendo publicado por la editorial independiente Rey Naranjo. Yo tuve conocimiento del caso a través de un podcast de Radio Ambulante. Hoy, el asunto parece haber caído en el olvido.
¿Merece algo en apariencia tan nimio una investigación? ¿Merece un artículo? ¿Merece investigarse el olvido? Dejémonos un poco de tiempo antes de contestar. Formulemos, primero, algunas observaciones:
- Planeta Colombia ha dado explicaciones tan parcas como insuficientes sobre las razones que motivaron su decisión.
- Planeta Colombia seguía el trabajo de Ardila desde sus inicios. Todo estaba listo para la publicación. Fue la casa matriz española la que vetó el libro.
- El grupo mediático español aparece citado en el caso judicial Lezo; sus dirigentes fueron puestos bajo escucha por la policía española. El libro alude al caso Lezo, en el que aparecen implicados destacados dirigentes del PP madrileño.
- El grupo Planeta ha obtenido una licencia universitaria de parte del grupo Planeta otorgada en condiciones poco claras por la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Ayuso, dirigente del PP.
- Surge así la sospecha de que el grupo Planeta haya querido limitar la difusión de un libro incómodo para ella y para el PP madrileño.
Estos y otros hechos (ver El caso Planeta/Ardila. Investigando desde las aulas), llevan a replantear el problema, que deja de ser el de la mera decisión de no publicar un libro. Se trata ahora de investigar si la decisión de Planeta es un hilo que, siguiéndolo, nos permita entender cómo un grupo mediático internacional controla la difusión de ideas y orienta el debate democrático. El caso Planeta/Ardila también nos lleva a reflexionar sobre cómo un autor y, más generalmente, una sociedad pueden oponerse a una decisión que busca privar al primero de su capacidad de difundir su trabajo y a la segunda de su derecho a informarse. Este problema, con sus dos vertientes, no solo se plantea en España o en Colombia. En Francia, donde vivo y trabajo, el multimillonario Bolloré, ha decidido irrumpir con brutalidad en el campo mediático comprando medios de comunicación y editoriales prestigiosas y poniendo sus medios al servicio de una ideología y de un candidato de extrema derecha. Un artículo reciente de The Guardian permite incluir a Gran Bretaña en una lista de países que, de haberlas, tendrá muy pocas excepciones.
El caso presenta alicientes suplementarios. Mencionemos dos:
- El que fuera editor de Laura Ardila dimitió de Planeta tras la decisión de la empresa de no publicar el libro. Unas semanas más tarde, Juan David Correa era nombrado ministro de cultura del gobierno colombiano. ¿Estará su política marcada por este asunto? ¿Buscará favorecer el desarrollo de un sector editorial independiente? (Puede consultarse aquí mi carta al ministro).
- En los entresijos del caso Lezo aparece el exembajador de Colombia en España Fernando Carrillo y, según el tortuoso Villarejo, excomisario español sometido a juicio por innúmeras fechorías, un adversario suyo, Iván Velásquez, hoy ministro de defensa de Colombia.
Pero, ¿quién puede investigar una historia así? ¿Se montará un consorcio de periodistas colombianos y españoles para hacerlo? Lo dudo. Dudo, en todo caso, que la gran prensa investigue espontáneamente este asunto. Pero tal vez lo haga si nosotros, docentes franceses, españoles y colombianos, nos ponemos a ello e iniciamos el trabajo. Busco docentes deseosos de implicarse en un trabajo de investigación periodística.
Yo he comenzado el año lectivo diciéndoles a mis estudiantes que tenían que elegir un podcast de Radio Ambulante y realizar un trabajo libremente inspirado de él. Podía tratarse de una ficción, de una escucha personal, de una investigación que prolongase la de los periodistas. Les dije que mientras ellos hiciesen su trabajo, yo haría lo mismo. Elegí el reportaje que Radio Ambulante dedica al libro de Ardila.
Esto me lleva de vuelta a la segunda vertiente del problema, la de la manera en que el ciudadano reacciona ante una situación como la de la censura de Costa Nostra y, más generalmente, ante las informaciones que recibe cotidianamente.
Se espera del docente que favorezca ejercicio del juicio crítico por parte del alumno, que es el futuro ciudadano. Yo sugiero que el ejercicio pleno de dicha capacidad requiere una postura activa y que no puede limitarse a los pensamientos desaprobadores que podamos experimentar ante una información que nos parezca incompleta, insuficiente o sesgada. Pienso que investigar colectivamente sobre un caso como el presente no solo es útil porque puede hacer progresar el conocimiento, sino porque también muestra al alumno que dispone de medios para forjar con esmero la información y para participar de manera activa en el debate público. No somos Planeta, pero somos muchos, diligentes, rigurosos, insistentes… El caso Planeta/Ardila merece una investigación.
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