Carta abierta de un docente francés a Salvatore Mancuso. AUC, Chiquita Brands e Israel.

Bruselas, 14 de junio de 2024

Señor Mancuso,

Soy docente en Francia y estoy trabajando en este momento sobre la responsabilidad de las multinacionales que financiaron a las AUC en los crímenes que estas cometieron bajo su mando. Me interesa en particular el caso de El Canal de Isabel II que, según se desprende de elementos del sumario del caso Lezo revelados por la prensa española, financió, a través de Inassa, a las AUC. Este caso es de particular interés por ser El Canal de Isabel II una empresa pública, lo que podría tener por efecto que se examinase la responsabilidad de las autoridades políticas que supervisaban los actos de dicha empresa. ¿Dispone usted de información al respecto?

Lo he escuchado hablar con María Jimena Duzán. Esta carta postula que su arrepentimiento y su voluntad de resarcir en la medida de lo posible a la sociedad colombiana son sinceros.

Me permito trasladarle la carta que he enviado al presidente de El Canal de Isabel II, así como la que he dirigido a la presidenta de la comunidad de Madrid. Desafortunadamente, ambas misivas han quedado sin respuesta.

No creo que usted ignore el precedente de Chiquita Brands, que ha pagado una multa de 25 millones de dólares a la justicia estadounidense para que cese el proceso judicial que se le abrió por haber financiado a las AUC. Quizás menos conocida le sea la multa de 788 millones de dólares que la cementera Lafarge ha debido pagar, también en Estados Unidos, por haber efectuado pagos al grupo Daesh para poder continuar la explotación de una planta en Siria. Hay, entre los hechos acaecidos en Colombia, usted lo sabe por experiencia, algunos que la justicia colombiana no puede examinar plenamente. Probablemente sea el de la financiación de las empresas multinacionales uno de ellos. Contribuir a que, en virtud del principio de jurisdicción universal, las justicias de otros países examinen la cuestión sería una manera de favorecer el resarcimiento a la sociedad colombiana por el daño que usted, al frente de las AUC, le infligió.

El dosier que preparo dará lugar a diferentes actividades por parte de los alumnos, desde la investigación periodística hasta la obra artística y pasando por la escritura de ficciones o de cartas como esta. Para estar en condiciones de ayudar a mis alumnos, yo ejecuto algunas de las tareas que propongo. Esta carta es una de ellas, como también la ficción que la incluye y que, de desearlo, puede usted consultar más abajo.

El personaje de El Conejo está inspirado de una leyenda guaraní; el de El Lobo, de un poema del autor español José Agustín Goytisolo y de un personaje de Marvel. Ambas piezas son estudiadas en mis clases. A mis alumnos les resulta difícil de entender la idea de un Dios deshonesto o temeroso como el que aparece en la leyenda. Usted pudiera no haber sido quien fue si los hilos del destino no se hubiesen entretejido como lo han hecho. Franciso el Hombre venció al diablo. Usted no pudo. Al Mancuso de hoy le incumbe enfrentarlo de nuevo. Decir todo lo que sepa sobre las relaciones entre las multinacionales y las AUC es, hoy, necesario.

Atentamente,

Sebastian Nowenstein, professeur agrégé, lycée Gaston Berger, Lille, Francia.

PS: Por razones que no es indispensable ahondar, no le mandé esta carta cuando la redacté, hace seis o siete meses. El que me decida a hacerlo ahora se debe al veredicto histórico y justamente celebrado que acaba de imponer a Chiquita Brands indemnizar cuantiosamente a las víctimas de las AUC. No le sorprenderá que agregue otro pedido: que revele usted toda la información que obre en su poder sobre las relaciones entre las AUC e Israel o entre las AUC y ciudadanos de dicho país.

El Canal de Madrid

La relación que va a leerse a continuación tiene por sustento principal las declaraciones que el mismo Conejo realizara después de que la Jurisdicción Especial por la Paz, JEP, aceptó su caso. Nuestras verificaciones han sido minuciosas; las creemos exhaustivas. Hemos encontrado algunas inexactitudes menores, pero el relato parece sincero. Las declaraciones de El Conejo están agrupadas en un anexo que el lector encontrará tras estas líneas. También figuran allí transcripciones de conversaciones grabadas por el compareciente que una fuente anónima nos ha transmitido. Estas grabaciones, realizadas, acaso, para extorsionar, han sido autentificadas. Llama en particular la atención la que reproduce una conversación en que el presidente Aro, que le encarga al Conejo una masacre de campesinos en La Guajira.

El Conejo cae en el Darién

El Conejo fue arrojado por Dios del cielo y cayó en Colombia.

Gracias a su astucia, se hizo con el poder en las AUC, convirtiéndose, con el nombre de don Conejo, en su comandante supremo.

El Conejo tenía dos obsesiones. La primera, la más inmediata, era el dinero. Sin él, explicaba a sus subordinados, la victoria era imposible. La segunda, era la tierra. Para que Colombia se desarrollase, hacían falta tierras donde se cultivasen los productos cuya exportación había de producir el auge necesario e irresistible de la economía nacional. El futuro de Colombia estaba en la madera de teca y en el aceite de palma y, por ende, en la expulsión de los campesinos de las tierras necesarias para estos cultivos.

Con argumentos poderosos, que incluían, pero no siempre, la violencia, El Conejo convenció a numerosas empresas o instituciones de que financiaran a las AUC. Según el diario español El País, las multinacionales siguientes formaban parte del grupo: Coca-Cola, Chiquita Brands, Bavaria, Drummond, Postobón, Ecopetrol. La universidad javeriana, de Colombia, publica una lista más extensa. El diario español El Mundo incluye la empresa pública madrileña El Canal de Isabel II en el grupo de las que financiaron a las AUC.

La segunda obsesión de El Conejo era, lo hemos dicho, la tierra. El Conejo pensaba que para que floreciesen los cultivos de exportación y para que Colombia saliese del arcaísmo, era preciso que se dedicasen grandes extensiones de tierra a producciones de exportación. Para conseguirlas, las AUC empezaron a desplazar a las poblaciones campesinas hacia la ciudad, apropiándose las tierras que iban quedando baldías tras ser sus propietarios amenazados o asesinados. “Si no me vendes tú la tierra, se la compraré a tu viuda”, solían decir convincentemente los compradores patrocinados por la AUC.

Entre las empresas que financiaron a las AUC, figuraban también las ilegales de los narcotraficantes. Pero es este un caso particular, porque las AUC eran, también, narcotraficantes. Dijo El Conejo una vez: «hicimos coexistir lo legal y lo ilegal».

El Conejo tenía en su despacho sendos retratos de dos próceres argentinos, Sarmiento y Alberdi, cuyo ejemplo, decía, lo inspiraba. Eran, los retratos, regalo de una entidad mexicana asociada a las AUC que se daba por nombre «La jauría clónica».

El Conejo había subido al cielo para pedirle a Dios que lo transformase en un conejo tan grande y fuerte como un buey. Dios le había dicho que no había problema, pero que le imponía una condición: que le llevase la piel del tigre. El Conejo bajó del cielo y le dijo al tigre que Dios le había confiado algo importante: iba a haber una terrible tormenta y la única manera de no morir era atarse al árbol más sólido de la jungla. El tigre le pidió que lo ayudara y, estando el tigre atado y bien atado, El Conejo le arrancó la piel y subió con ella al cielo. Dios, entonces, se dijo que si el conejo, siendo tan pequeño, era capaz de matar al tigre, si se volvía grande y fuerte como un buey, sería capaz de matarlo a Él. Parecía insensato asumir semejante riesgo, así que Dios estimó que lo mejor era incumplir su promesa. Cogiendo a El Conejo por las orejas, lo revoleó y lo mando de vuelta a la tierra. Aunque maltrecho, el conejo sobrevivió. Pero, claro, en el vértigo de la caída y en el doloroso espino en que cayó, su confianza en Dios quedó hecha trizas. El Conejo tomó tierra en el Darién, la terrorífica selva del norte colombiano.

Encuentro de El Conejo y de El Lobo. Venganza de El Lobo. El Lobo y las AUC

La garganta le ardía, pero se husmeaba agua cerca. El animal consiguió salir del espino y, arrastrándose, llegó hasta un río de aguas cristalinas, con un lecho cubierto de piedras que parecían huevos prehistóricos. Durmió. Unos sollozos lo despertaron. Una criatura inmensa sorbía sus lágrimas y se reconvenía: no debes llorar, si te ven, te volverán a pegar. Era El Lobo, quien, en aquella época, no había aún adquirido el nombre que habría de sembrar horror y muerte entre los campesinos. Contando apenas unos meses, El Lobo se había encontrado solo en la selva y un grupo de monos lo había salvado para poder martirizarlo. Para mantenerlo en vida, le daban unas piltrafas de carne de otros monos que ellos cazaban. El Lobo, era una masa de músculos de 150 kilogramos, inconsciente de su fuerza y poderío, que creía seguir siendo el cachorro indefenso que los monos habían salvado para divertirse y que completaba la alimentación insuficiente que recibía de estos comiendo gusanos selváticos, fruta que se pudría en el suelo y tubérculos.

Dios me ha confiado, susurró El Conejo al oído de aquella criatura doliente que no había notado su presencia, un conjuro que, bien aplicado, hará de ti la criatura más poderosa del universo. Sobresaltado, El Lobo balbuceó: por favor, no les digas a los monos que me has visto llorar.

Los monos serán tus esclavos, dijo El Conejo. Te daré una fuerza invencible y sembrarás el terror entre ellos. Pero, cuidado, todo tu poder desaparecerá si me traicionas. Debes jurarme una obediencia absoluta.

El Lobo aceptó.

La realización del conjuro, explicó El Conejo, duraría varios días.

Al atardecer del tercer día, en una gruta ahumada en la que los gritos de los monos no eran más que un eco lejano, El Lobo bebió una decocción de ayahuasca que El Conejo le suministró. Tuvo visiones de un planeta extraño, asolado por enjambres de escorpiones voladores y de cientos de Lobos como él, muertos, pudriéndose bajo un sol inclemente. Solo el regocijo de los gusanos, deleitándose con la carne en descomposición, rompía, con su rumor, el espanto de la visión. El rostro de El Lobo se iluminó con una sonrisa beatífica. Antes del alba, El Lobo vio una nave espacial surcando, vistosa e incólume, el espacio sideral y entendió que era la misma que aquella en cuyos restos buscaba un poco de protección cuando el acoso de los monos lo abrumaba demasiado. El Lobo abrió los ojos.

Ahora, véngate, dijo El Conejo.

Una hora después, la banda de los monos no era más que un cúmulo de miembros desarticulados amontonados en un claro. El Conejo contempló la obra de su pupilo con fascinación. El Lobo no quería esclavos.

Pesadillas

El terror que suscitaba El Lobo entre los campesinos era absoluto. La adoración que le prodigaron las AUC y, vicariamente, a su amo, también lo era. Las tierras se vaciaban, las urbes se llenaban de campesinos miserables y despavoridos. Los que podían hacerlo emigraban.

El Lobo murió en circunstancias indefinidas, pero siguió hostigando a los descendientes de sus víctimas, apareciéndoseles en pesadillas infames que desgarraban sus noches. Uno de ellos hizo de El Lobo un personaje de cómic. Rogelio Eslifo, como se llamaba el dibujante, alcanzó la fama, ganó un premio prestigioso y falleció trágicamente, con el cráneo destrozado por una motocicleta que lo arrolló. El conductor se dio a la fuga.

El accidente se produjo delante de la biblioteca del pueblo de Indiana donde su madre, ya cercana a la jubilación, había limpiado durante años. Rogelio había ido allí invitado por la bibliotecaria, que era una amiga de infancia. De niño, Rogelio leía comics en la biblioteca, mientras esperaba que su madre terminara de trabajar. Antes de volver a casa, paraban en la tienda de Peter para comprar la cena. Aquella noche, nadie fue a buscar el encargo. Al oír el ruido estruendoso del vehículo que huía, Peter había levantado la vista. Era inmenso (He was huge), repetiría, día tras día, hasta su muerte, antes de pedir un nuevo trago. Los niños que se mofaban de aquel hombre anciano y siempre ebrio, no sabían que se refería al motociclista que había matado a Rogelio, al que nunca la policía pudo identificar.

Chiquite Brands pagó en 2007 una multa de 25 millones de dólares para evitar un juicio sobre su responsabilidad en los crímenes de las AUC, responsabilidad que se derivaba de los pagos que la multinacional bananera había efectuado al grupo paramilitar. La Comisión de la Verdad colombiana ha estimado en 205.000 el número de muertos causado por las AUC. Chiquita ha debido pagar 122 dólares por muerto causado por las AUC. Si consideramos que cada muerto deja 5 personas (hijos, padres, esposos…) que hay que indemnizar, podemos estimar que la multa pagada por la multinacional corresponde a 25 dólares por persona. Es de observar, empero, que el dinero pagado por la multinacional no fue a las víctimas, sino al erario público de Estados Unidos. Estas cosas, en sustancia, eran las que El Conejo, certero y previsor, había explicado años antes a las multinacionales para convencerlas de que financiar las AUC era una buena idea para hacer que los negocios prosperasen. Por supuesto, El Conejo no disponía del número de muertos final de sus actividades, pero sí sabía muy bien los que provocaban, día tras día, El Lobo y sus muchachos y sabía, también, que los lejanos e improbables riesgos jurídicos no amedrentarían a los jóvenes ejecutivos que empezaban sus carreras en Colombia y que, deseosos de mostrar la eficacia de su acción a sus superiores, no repararían en medios para asegurar el éxito de su misión.

La colaboración entre El Conejo y El Lobo duró años. El Conejo no tiene ninguna duda de que El Lobo entendió que el poder de que disponía no provenía de El Conejo, ni, él mediante, de Dios. Pero, colaborar con El Conejo y con las AUC era la mejor manera de hacer lo que más le gustaba, o lo que él pensaba ser la razón de su existencia, causar dolor y muerte. El Lobo, sin embargo, no sabía que, la venganza primigenia con la que El Conejo lo había estructurado o definido, era el auténtico conjuro, el que le hizo creer que no había felicidad mayor que la de matar, romper huesos o desgarrar carnes. Alguna vez, El Lobo atisbó la posibilidad de haber sido diferente, pero después de miles de muertos causados por sus manos inmensas, era aquella una cuestión desprovista de sentido. En realidad, ya la primera decena de muertos la había anulado. El Conejo piensa que El Lobo nunca se sintió atormentado, estableciendo una diferencia entre sí mismo y su servidor.

En las negociaciones con las empresas que financiaban a las AUC, El Lobo estaba a veces presente. Los interlocutores de El Conejo mencionan invariablemente el cinturón pesado que siempre ostentaba. A cada empresa correspondía una especie de cartuchera. En cada una de ellas, El Conejo deslizaba, bien plegados, los contratos. El Lobo, una tarde, había decidido poner los logotipos de las empresas encima de las cartucheras que contenían sus contratos respectivos. Era, quizás, una manera pueril de vindicarse, pero a El Conejo le pareció bien. Disponemos de una foto del cinturón.

El cinturón

Los testimonios de El Conejo se vuelven, al cabo de un tiempo, repetitivos, como el lector resignado o paciente que consulte los archivos verificará rápidamente. Narrar aquí todos y cada uno de los casos sería, también, repetitivo. Queremos, no obstante, entresacar uno de ellos, que nos parece distinguirse de los demás, en la medida en que incluye una empresa pública europea, El Canal de Isabel II, y su autoridad supervisora, la Comunidad de Madrid. Como se verá, sin embargo, la singularidad de este caso va más allá de saber si una entidad pública como la comunidad de Madrid es o no susceptible de incriminación por complicidad de crímenes de lesa humanidad en la que, supuestamente, ha incurrido una empresa de su entera propiedad. Seamos, primero, factuales.

Los interlocutores de El Conejo eran dos empresas colombianas, Triple A y Metroagua. Ambas estaban controladas por Inassa, que, a su vez, era el brazo en Latinoamérica de El Canal de Isabel II, empresa pública de distribución de aguas de Madrid, región española dirigida desde 1995 por el Partido Popular.

En 2016, estalla el llamado Lezo. La justicia española investiga una posible corrupción en relación con El Canal de Isabel II. El dinero, en parte, habría sido utilizado para financiar al Partido Popular. En el decurso del proceso judicial, se formulan acusaciones según las cuales Metroagua y Triple A efectuaron pagos a las AUC.

Para aquellos años, El Conejo estaba en la cárcel, en Estados Unidos. El Conejo había negociado su rendición. El Estado colombiano aceptó que su condena se limitase a ocho años. El Estado colombiano estaba parcialmente en manos de quienes habían empleado al Conejo. Cuando El Conejo empezó a hablar demasiado, se lo extraditó a Estados Unidos, país que no hurgó demasiado en las responsabilidades de su prisionero, acaso para no encontrarse con las suyas propias.

En el caso Canal, tiene especial relevancia una suerte de revelación que tuvo, en una escuela bruselense, Talna Avesta, durante el año 2021.

Talna Avesta, docente belga

Talna Avesta entiende, durante una clase, la singularidad del caso Canal: si Triple A y Metroagua, controladas por Inassa, controlada por Canal, controlada por la Comunidad de Madrid, pagaron a las AUC, entonces la comunidad de Madrid es responsable en grado de complicidad de los crímenes de las AUC. Tal vez la responsabilidad de la Comunidad de Madrid sea solo civil, pero la responsabilidad penal puede alcanzar a los responsables de dicha comunidad que tenían por misión supervisar a Canal. ¿Deberá el erario público madrileño indemnizar a las víctimas de las AUC?

Talna prepara y publica un dosier que, sin contradicción, ha sido descrito como exiguo, extenso, completo o insuficiente. Tal vez se deba esta profusión de adjetivos a que, como se verá más abajo, pronto empezaron a aparecer versiones espurias del mismo, sin duda con la anuencia de la autora.

El dosier inicial incluía:

  1. una carta a la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Ayuso, pidiéndole que inste al presidente de El Canal de Isabel II a que contestase a las preguntas que Talna le ha mandado;
  2. una carta al magistrado instructor del caso Lezo, en la que lo informa de los precedentes de Chiquita y de otras empresas que han sido condenadas por haber efectuado pagos a las AUC o a grupos comparables e insta al magistrado a que investigue la posibilidad de que exista una complicidad de El Canal de Isabel II o de la Comunidad de Madrid en los crímenes de lesa humanidad cometidos por las AUC;
  3. una carta al presidente de El Canal de Isabel II, que contiene preguntas precisas sobre los pagos a las AUC, sobre la costosa campaña de influencia confiada a LLYC y sobre la demanda que la empresa pública madrileña ha presentado contra el estado de Colombia;
  4. una carta al personal de la empresa, instándolo a que le transmita la información de que pudiere disponer sobre el caso;
  5. una carta a compañeros docentes de Francia, España y Colombia en que los invita a unirse al proyecto interdisciplinario sobre el caso que ella está lanzando;
  6. una carta dirigida a los diputados del parlamento de la Comunidad de Madrid en la que les pide que usen sus prerrogativas para requerir información sobre el asunto;
  7. cartas dirigidas a quienes habían comparecido ante la comisión sobre la corrupción de la Comunidad de Madrid pidiéndoles su testimonio sobre la acción de El Canal de Isabel II en América Latina y sobre el conocimiento de que disponían las autoridades políticas madrileñas de dichos actos;
  8. una carta a juristas en la que les pregunta, primero, si el orden jurídico español permite incriminar a Canal o a la Comunidad de Madrid por complicidad con los crímenes de las AUC y, segundo, si el orden jurídico español, dadas las informaciones disponibles, obliga al magistrado instructor a estudiar la posibilidad de dicha incriminación;
  9. una carta a periodistas madrileños, franceses y colombianos en que les transmite el dosier y los insta a que se investiguen el asunto;
  10. una solicitud al ayuntamiento belga de Saint-Josse pidiendo una subvención para organizar un taller de escritura, carta que recuerda el altísimo número de inmigrantes latinoamericanos que viven en la ciudad;
  11. una carta a la editorial Planeta pidiendo su apoyo para la redacción de un libro colectivo que narrase la historia de El Conejo, debiendo ser los autores jóvenes colombianos, españoles y franceses;
  12. una carta al gang mexicano «La jauría clónica», que vindica la memoria de El Lobo, así como la de Sarmiento, Alberdi y Milei (este último fue un presidente argentino de principios del siglo XXI);
  13. una carta a El Conejo pidiendo su colaboración en la que argumenta que la misma podría permitir inculpar a las empresas multinacionales que, financiándolo, contribuyeron a la obra por la que ahora él busca resarcir a la sociedad colombiana;
  14. una carta al presidente del gobierno español Pedro Sánchez preguntándole si asistir a Canal de Isabel II en sus tentativas de recuperar Inassa no entrañaba el riesgo de que se acreditase la idea de que el gobierno español estimaba irrelevante la supuesta financiación de las AUC por Canal;
  15. una carta a juristas para preguntarles si habida cuenta de la corrupción profunda que parecía reinar en los asuntos de la Comunidad de Madrid y la obstrucción repetida y constante con que dicha comunidad actuaba para impedir el esclarecimiento de los hechos no era oportuno recurrir al artículo 155 de la Constitución española que permite al gobierno central cursar órdenes a las autoridades de una Comunidad que incumpliere sus obligaciones legales con el objeto de que las satisfaga.

Al principio, las cartas de Talna no tuvieron ningún eco fuera de su clase. A los alumnos los divertían las actividades de redacción que, sobre el caso, proponía la docente. Pero el proyecto de célula de investigación periodística que ella alentaba vegetaba, sin obtener el interés de su jerarquía, de la prensa o de las universidades de periodismo, que no imaginaban que prosperase, en un centro escolar de un barrio empobrecido, una investigación periodística seria.

El llamamiento de Talna

Talna hizo un llamamiento a la población para que se la secundase. Lo más probable es que, con él, buscase mofarse de sí misma y de su impotencia. Talna, de hecho, había publicado, a cuenta de autor, un libro titulado “365 cartas sin respuesta”. Las del libro eran cartas dirigidas a autoridades diferentes. Ahora se trataba no de dirigirse a tal o cual responsable político o administrativo, sino al conjunto de la población. No hubo respuesta alguna, claro. Pero, sorpresivamente, meses después, de manera dispersa, empezaron a aparecer iniciativas que correspondían a lo que ella reclamaba. Nadie dio en pensar que la docente existiese, nadie le escribió. Todo indicaba que Talna era un pseudónimo de un grupo de activistas.

Así pues, por razones que nosotros ignoramos y que Talna también desconoció o fingió desconocer, esta vez, las cosas salieron de otro modo.

Fue determinante, se sabe, que El Conejo contestara a la docente. Sus mensajes empezaron a llegarle con una regularidad de metrónomo. Además, poco después de cada mensaje que la docente publicaba uno de los mensajes de El Conejo, le llegaba una grabación que confirmaba las palabras acusatorias de El Conejo. El Conejo entendió que alguien tenía la cartuchera de El Lobo. También entendió que sus días estaban contados. Nunca escribió tanto a Talna.

Una periodista colombiana recordó los mensajes de Talna, que nunca había abierto, pero que no había eliminado. Los parlamentarios empezaron a hacer preguntas. Un nuevo magistrado de instrucción reemplazó al que, ya para jubilarse, había vuelto de Roma a Madrid para, reincorporándose a la carrera judicial, hacerse cargo del caso Lezo, endulzar la situación de muchos reos y, dicen algunos, entorpecer el curso de las investigaciones.

Estos hechos pueden estar relacionados entre sí o no estarlo, pueden tener por origen común la publicación de la correspondencia entre El Conejo y Talna o no. Se suele pensar, lo hemos dicho, que la decisión de El Conejo de contestar a la carta de Talna fue determinante. Cronológicamente, sin embargo, otros hechos aparecen antes y, pensamos nosotros, explican, por lo menos parcialmente, la decisión de El Conejo. De estos otros hechos, menos conocidos, hablaremos ahora.

Aurelia Jakobsdóttir 

Aurelia Jakobsdóttir era cocinera en un barco de pesca, una actividad bien remunerada que le dejaba tiempo. De su madre, dominicana, había heredado un español caribeño, la apatridia que las autoridades islandesas habían corregido y el exilio remoto en la isla septentrional. No sabemos cómo el llamamiento confidencial de Talna llegó hasta sus oídos, pero sí sabemos que Aurelia se dio con una entrega absoluta a la tarea de describir, en versos, a veces, el futuro próximo de Madrid y de Colombia y, también, de multiplicar hasta el vértigo las cartas inspiradas de las de Talna. Tras concluir esta labor agotadora, quiso Aurelia emprender la improbable o inverosímil de que su canto profético y optimista se realizase. Quiso que lo que ella había descrito, desplazando la realidad, hiciese inevitable el castigo de quienes habían financiado a las AUC.

Hay que reconocer que el texto de Aurelia más que un relato, era un programa de acción. Sin embargo, al contarse los hechos desde el futuro y como una recensión de acontecimientos que se daban en un tiempo no aún advenido a la fecha de la publicación, dicho programa de acción buscaba alcanzar la dignidad de la ficción poética. El que lo realizado por Aurelia (y por Talna, a la que había, de hecho, fagocitado totalmente) fuera ficción tenía la ventaja sobreañadida de complicar las acciones judiciales de sus adversarios: todos los actos de la investigación, todas las cartas de Talna, podían subsumirse a la obra de ficción que publicaba Aurelia. A efectos del derecho, se catalogaban como ficción y, por lo tanto, gozaban de una protección superior a la de las declaraciones públicas que no pertenecían a dicho género. El dispositivo, en realidad, era más complejo. La idea de base era que las cartas de Talna y de Aurelia no eran ni ficción, ni dejaban de serlo. Era la mirada del lector la que las hacía caer de un lado o del otro de la línea. Si el lector las leía como elementos de una ficción, eran ficción. Si las leía como cartas abiertas, eran cartas abiertas.

El que publicaran en Islandia también se interpretó como una voluntad de aumentar los gastos en que deberían incurrir los adversarios para alcanzarlas. Nosotros pensamos, empero, que esta explicación es errónea. Tanto Talna como Aurelia querían que las multinacionales que ellas acusaban las llevasen ante los tribunales para hacerlas callar. Ambas pensaban que esa sería la mejor manera de divulgar su acción. En realidad, lo que querían, lo que no dejaron de manifestar, era que la estructura de su emprendimiento reflejara la práctica de las multinacionales, que solían realizar montajes vertiginosos con el objeto de dificultar las investigaciones de las autoridades judiciales o penales. El Canal de Isabel II había creado, para comprar Inassa, una sociedad pantalla en Panamá, un conocido paraíso fiscal. Eso lo hicieron, acusaron los diputados de la oposición de la asamblea de Madrid, para dificultar el escrutinio por parte de las autoridades de los actos de Canal.

Insistamos: las cartas de Talna y de Aurelia, según ellas, no son ficción, sino tomas de palabra públicas. Nunca dejaron ambas de desafiar a las multinacionales, instándolas repetidamente a que iniciasen contra ellas las acciones judiciales que con tanta facilidad lanzaban contra los periodistas. De haber querido las dos mujeres reivindicar los privilegios de la ficción, no hubieran mandado las cartas, como realmente lo hicieron, y no las hubieran publicado de manera autónoma, como lo hicieron.

Las iniciativas de Aurelia

Aurelia había empezado por imaginar los medios por los que ella podría obligar a quienes habían recibido las cartas de Talna a darles contestación. El silencio era, para los destinatarios de sus cartas, la mejor manera de contestar. En general, casi nadie leía las misivas que Talna escribía y publicaba en su blog. En el peor de los casos, cuando las cartas se difundían, al cabo de tres o cuatro días, el torrente de olvido de lo noticioso las borraba de la mente de las gentes.

Aurelia pensó en organizar manifestaciones delante de las sedes de las empresas e instituciones a las que su mentora escribía. Para ello creó, primero, los clubs de marcha y de escucha de podcasts, que daban lugar a paseos de apariencia casual delante de dichas sedes. Después vinieron las representaciones de teatro callejero, los debates transmitidos en directo y las clases magistrales. Pero, lo primero que hizo fue escribir el relato de todo lo que iba a emprender y mandárselo a la editorial Planeta, muy cercana al Partido Popular de Madrid y que, también, aparecía citada en el caso Lezo. El rechazo del manuscrito fue inmediato, algo que Aurelia había previsto y, se sugirió, en cierto modo, organizado. Aurelia había incluido en su envío un artículo de su pluma que buscaba fundamentar la sospecha de que la decisión de la editorial de no publicar el libro de la periodista Laura Ardila La Costa Nostra se debía a que la misma temía que la difusión del libro disgustase al Partido Popular y, sobre todo, llevase a que la justicia investigara la posible complicidad de Canal y de la Comunidad de Madrid en los crímenes cometidos por las AUC. El artículo, por supuesto, incluía las cartas sin contestación enviadas al presidente de la editorial, las cuales, básicamente, eran preguntas insistentes sobre el tema.

Las cartas de Talna eran sobrias y se centraban en las consecuencias de los pagos que supuestamente Inassa había efectuado a las AUC. Aurelia, usurpando o haciendo uso del nombre de su inspiradora, las multiplicó minuciosamente. Talna, por supuesto, no hizo nada para impedirlo. Siendo joven, había escrito que hacía don de su nombre y que autorizaba, a quien lo deseare, a usarlo. Parece del todo improbable que Talna haya desconocido las iniciativas de la cocinera islandesa.

Aurelia le pidió a El Conejo que le hablase de El Ralito y que le dijese si había habido allí un argentino de nombre Sandoval. Aurelia escribió a Cambio Radical, a periodistas barranquilleros, a las directoras de El Heraldo y La libertad, al banco Serfinanza, a los Char de Barranquilla, a los Daes, empresarios asociados a la casa Char, a Aída Merlano, que compraba votos para el clan Gerlain, que había sido amante de Alex Char, que se había escapado por una ventana, que temía ser asesinada. Aurelia le escribío al presidente Santos, que hacía publicidad para el complejo militar industrial israelí, a los israelíes, que habían formado a las AUC, a Chiquita, a Coca-Cola y a todas las empresas cuyos nombres aparecían relacionados con la financiación de las AUC. Estas cartas, que, por supuesto, quedaban inicialmente sin respuesta, empezaron a dar lugar a representaciones callejeras molestas para sus destinatarios y que solo se interrumpían si estos contestaban razonadamente a Talna (o, más bien, a Aurelia). Hubo acusaciones de chantaje. Algunas de ellas, inevitablemente, eran fundadas. Pero eran numéricamente insignificantes y no imputables a TAura —como se empezó a llamar a la dupla— y la opinión pública así lo entendió.

Irrealidad

Aurelia, como Talna, adolecían de irrealidad. De esa debilidad se apoderó Marvel y creó una serie en que ambas son seres de un mundo paralelo que buscan implantarse en el nuestro para huir del suyo, que se desmorona. Realizar acciones de estruendo, dicen los cómics de Marvel, las ayuda a encarnarse en nuestro mundo. Nosotros, que hemos conocido a las dos mujeres, negamos rotundamente que así fuera. Tanto una como otra han actuado siempre de manera desinterasada.

Anexos

El lector que no encontrare aquí los documentos anunciados debe armarse de paciencia. El texto que acaba de leer proviene del futuro y algunos de los anexos acaso no hayan sido escritos, o transcritos, aún. También ocurre, como se sabe, que se den alteraciones en el decurso de la transmisión y que la cronología llegue trastocada. Nada impide, por supuesto, que el lector contribuya a su redacción. No descarte él la posibilidad de que esté llamado a ser uno de los redactores de los documentos anunciados. Se rumorea que algunas partes del testimonio de El Conejo fueron primero escritas por alumnos colombianos y, después, endosadas por el arrepentido ex comandante de las AUC. El mismo Conejo ha contado que había reconocido como suyas unas palabras que le había atribuido un alumno. Las había leído, las había visto como flotando en el aire espeso de su celda, había entendido que sí, que esas palabras eran realmente suyas. Como flotando en el aire había visto las que las prolongaban.

PD: Añadimos algunas informaciones que serán de interés para el lector:

El 10 de junio de 2024, Chiquita Brands fue condenada a pagar 38,3 millones de dólares a 16 familias víctimas de las AUC.

El 20 de julio de 2024, el señor Mancuso hizo revelaciones sobre la colaboración de las AUC con Israel y agregó otras, muy significativas para el autor de estas líneas, sobre el caso Blanquer/Sandoval.

El 14 de junio de 2038, un tribunal de Nueva York condenó a Israel a pagar la suma 257 millones de dólares a 23 familias palestinas víctimas de los actos del grupo Hamas, cuya finaciación, pensaba el primer ministro Netanayhou, obstaculizaría la realización de la unión nacionale palestina.