Nota recapitulativa de los hechos relacionados con mi clase sobre el relato Casa tomada.
Yo tengo por costumbre poner en línea mis clases. Lo hago para que estén a la disposición de mis alumnos, pero también para difundirlas más ampliamente con el objeto de suscitar comentarios que me ayuden a mejorarlas.
Casa tomada es uno de los relatos más conocidos del prestigioso escritor argentino Julio Cortázar. Me interesa trabajar sobre textos que han tenido una trayectoria y un reconocimiento importantes porque pienso que estudiar la manera en que una sociedad lee un texto literario nos informa sobre su funcionamiento. Esto, en realidad, no pasa de ser una justificación ante los cuestionamientos de quienes consideran que la lectura de textos literarios no es útil para conocer las sociedades española y latinoamericanas. Muchas veces he deplorado en vano la tendencia a la sustitución de la literatura por pseudoperiodismo en los manuales escolares.
El relato de Cortázar me parece emblemático al respecto. Un texto abstracto como pocos había sido interpretado masivamente como la metáfora del temor o el espanto que sentía la oligarquía argentina ante la irrupción de las masas populares en la vida política del país.
Me parecía claro que la manera en que se consiguió extraer de Casa tomada una interpretación tan local y política y, sobre todo, cómo esta interpretación se volvió dominante en la sociedad era algo que nos decía mucho sobre la Argentina de la segunda mitad del siglo XX. Cortázar escribió su relato a partir de una pesadilla. Para Cortázar, en el momento de escribirlo, el cuento no estaba diciendo nada de la Argentina del peronismo. Pero Cortázar dio en aceptar la interpretación política de su relato en una extraña sumisión a la lectura -arbitraria, acaso- que se hiciera de él. Esto, también, es representativo de lo que fuera aquella época. De haberse escrito en Francia, « Maison occupée » no hubiese acabado siendo lo que Casa tomada ha sido, es, en Argentina.
Perdón por esta disgresión, comisario. Voy a intentar ser más preciso. Pero por una razón que se me escapa, tengo la impresión, intuyo o siento que la sumisión inicial de Cortázar puede tener algo que ver con lo que pasó después.
Voy a intentar ser lo más preciso posible en la fechas, tal y como usted me lo ha pedido.
Mis primeras búsquedas en torno al relato de Cortázar se sitúan en julio de 2020, a partir del día 5.
Escucho la versión leída por el autor el 7 de julio. Me emociona oír la voz de Cortázar (siendo muy joven, yo asistí a una de sus conferencias), pero descarto usarla para mi clase, a causa del conocido defecto de pronunciación del que adolecía el escritor. Elijo la versión de Asturo Quijada, un actor rosarino poco conocido.
Durante las semanas siguientes, busco -no sin cierta exasperación- artículos críticos sobre el texto.
El nueve de julio, veo un vídeo de Cortázar en el que el autor se muestra sorprendentemente indulgente con la interpretación política que se ha hecho de su texto. Tengo la impresión de que realiza una especie de autocrítica, como si quisiese que lo perdonasen por haber sido el intelectual elitista que fuera antes de volverse de izquierda.
El mismo día, encuentro el vídeo de Feinmann del que le he hablado. Me parece útil, porque refleja la interpretación dominante que comentaba más arriba. No presto atención a que el filósofo reescriba el relato, lo que vendrá a ser, en realidad, el tema central de mi clase.
Entre el nueve y el once de julio, leo Cabecita negra, de Germán Rozenmacher, relato que ha sido visto como una especie de respuesta a Casa tomada, de Cortázar. Dicho cuento me indigna, porque me parece que, de manera involuntaria, es racista. Publico unos comentarios críticos de dicho cuento (20 de julio de 2020).
Recibo un mensaje de un profesor argentino que critica mis comentarios sobre el cuento de Rozenmacher (2 de agosto de 2020).
Poco después, entre el 10 y el 19 de agosto, descubro un vídeo en el que el crítico peruano Julio Ortega habla de Casa tomada y comete el dislate de afirmar que los hermanos nunca salen de la casa.
Me llaman la atención estos errores y, también, la indiferencia con que se los acoge. Decido investigar la cuestión y someterla a la consideración de mis alumnos. Mi clase consistirá en una reflexión sobre los mecanismos psicológicos y sociales que pueden conducir al error primero y a que no se corrija y perdure, después. Sonrío, porque me relamo diciéndome que voy a anunciar a los alumnos que hay una conspiración mundial destinada a cambiar el cuento de Cortázar, que yo la he descubierto y que les asigno la honrosa misión de hacerla fracasar. Con frecuencia combato, codo con codo, junto a mis alumnos, alguna de las innúmeras conspiraciones contra la verdad que menudean en nuestra época. Nuestra demostración suele ser rotunda, contundente, irrevocable. También lo son, implacablemente, nuestros fracasos. La verdad no cuenta, parece.
El 7 de septiembre imparto mi clase. El mismo día publico en mi blog la síntesis de nuestros trabajos.
A partir del nueve del mismo mes, empiezan a aparecer mensajes que atraviesan mi pantalla, que versan sobre mi clase y que intercambian personas que me son desconocidas. Algunas veces creo reconocer en lo que se dice giros familiares.
La conclusión que se desprende de estos mensajes es límpida :
- Hay universos paralelos,
- Las fronteras entre universos paralelos se están difuminando.
Casa tomada es un caso particular de dicho fenómeno, silencioso y oculto, en regla general. Por circunstancias o razones que no puedo dilucidar, este caso se me ha hecho visible. Se nos ha hecho visible.
Resumamos lo que se nos dice en estos mensajes.
Una precisión previa: cuando escribo el sintagma “se nos dice” no quiero dar a entender que exista la voluntad de que tomemos conocimiento de los mensajes. No puede excluirse que nos estén estos llegando sin que nadie lo haya deseado. Por error, por decirlo de algún modo, o porque una modificación del mundo físico hace que estén cayendo, como por una pendiente, hacia nuestro lado.
Los mensajes, ahora.
En uno de estos mundos paralelos un escritor menor, Cortázar, escribió la simpleza que recoge Feinmann. En otro, o en el mismo, como cuenta Ortega, los hermanos no salen de su casa, lo que hace de ellos una lejana imitación de Les captifs de Longjumeau, de Bloy. En ambos casos, Borges acepta el cuento de Cortázar, porque sabe que una página inmortal es la que soporta las traiciones, no la pieza de relojería en la que nada puede moverse sin provocar la destrucción del todo. Borges defiende el relato de Cortázar ante la redacción de Anales, que considera con incredulidad, justamente, las partes “inventadas” por Feinmann y Ortega. “Yo le tengo confianza a este pibe, argumenta Borges1. Va a terminar sacándose de encima la escoria que todavía lo lastra”. En realidad, Borges ha intuido la verdad. Recuerda que él ya había escrito Casa tomada. Lo llamó Uqbar, Tlön orbis tertius.
Una hipótesis no verificada que discuten quienes me escriben, o que discuten aquellos cuyos mensajes me ha sido dado ver, sugiere que Borges entendió que Cortázar había incurrido en esas fealdades voluntariamente, que las mismas eran una señal. Esta hipótesis toma apoyo en que, algunos años después, Borges escribiría Tema del traidor y del héroe, donde la inclusión innecesaria de algunos elementos de Shakespeare en la obra de Nolan tiene por objeto enviar una señal al futuro con el objeto de que alguien descubra la verdad sobre el asesinato de Kilpatrick.
Algunos de nuestros remitentes se preguntan si Feinmann y Ortega pertenecen a nuestro mundo o no. Puede haber ocurrido que hayan tenido ante los ojos versiones del cuento que provienen de otras dimensiones y que se han inmiscuido en nuestro mundo. O puede ser que sean ellos mismos los que se hayan entrometido entre nosotros.
El nueve de septiembre, llego a clase y nadie dice nada. Todo parece normal.
Explico brevemente la teoría del multiverso. Muestro el libro Des univers multiples, de Aurélien Barrau. Explico que los dislates de Feinmann y Ortega tienen por origen la intrusión en nuestro universo de objetos o personas provenientes de otras dimensiones.
El ejercicio de ese día consiste en escribir a Feinmann y a Ortega al respecto.
Observo a los alumnos mientras doy mis instrucciones. Busco algún indicio en sus rostros que ocultan las mascarillas de que tengan algo que ver con los mensajes que atraviesan mi pantalla. Nada.
El que no reaccionasen de manera particular ante mi explicación de los errores de Ortega y Feinmann no debe extrañarlo, comisario: ellos conocen mi gusto por la ciencia ficción y están acostumbrados a que yo recurra a ella en los trabajos que les propongo.
Una vez realizado por escrito su trabajo, los alumnos pasan al pizarrón e improvisan una conversación con Feinmann o con Ortega.
En el juego de la improvisación, surgen tres posibilidades:
- Los críticos creen haber cometido simples errores.
- Los críticos saben que sus errores guardan relación con la porosidad creciente entre mundos paralelos, pero fingen estar en la situación número uno.
- Los críticos son conscientes de lo que está pasando y lo reconocen.
El catorce de septiembre recibo un mensaje de Feinmann, que me afea el que utilice, para atacarlo, un error menor. El 15, un mensaje de Ortega, que se queja de que lo haya denunciado por una nimiedad ante su universidad.
Las cartas que dirigí a Feinmann, a Ortega y a la universidad de este último pueden consultarse aquí. Pero yo nunca las mandé. Las publiqué cuando supe que estaban circulando y que, a su vez, estaban siendo alteradas.
1Yo le tengo confianza a Balza, dirá, extrañamente, años después Cortázar, hablando de José Baza, un escritor venezolano.
Pierre Menard, autor del Quijote, Ortega y Feinmann. 7 octobre 2020 « Casa tomada ». Bitácora de mis clases. 7 octobre 2020 Informe. Comisario César Barrero. 7 octobre 2020 Mensaje para mis talleristas. 7 octobre 2020 « Casa tomada », carta a José P. Feinmann. 7 octobre 2020 Sobre « Casa tomada », carta al profesor Julio Ortega. 7 octobre 2020 « Cabecita negra ». Respuesta al profesor Julián D. 7 octobre 2020 Comentarios sobre « Cabecita negra », de Germán Rozenmacher, 10 octobre 2018.
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